martes, 3 de enero de 2023

¡¡¡martes!!! ¡¡¡Buenos días!!!

 ¡¡¡Buenos días!!!


Empezamos un día nuevo, lleno de proyectos e ilusiones, así que el primer proyecto será retomar el tema que dejé a medias ayer.

Si ahora os digo que existe una Europa visible y una Europa invisible, sabríais decirme cual sería la diferencia, como es la diferencia entre sus ciudadanos y el espíritu europeo. Parece claro que los que pertenecen a la parte visible tienen derecho al nombre de europeos y a todas las ventajas que este nombre lleva en el inmenso y soberbio mundo. En cambio, la Europa invisible es la Europa de los grandes europeos, la del espíritu europeo. Entonces, si la Europa de las grandes personalidades europeas es realmente el alma de Europa, la Europa visible sin ella no sería sino como un cuerpo sin alma.

No estoy enfrentando a estas dos Europas. Lo que quiero decir es que existen millones de hombres alrededor del mundo que, al haber conocido y estudiado nuestra concepción tradicional de Orden y Libertad en el momento más importante de nuestra tradición cultural, se dan cuenta, casi sin saberlo, que les gusta el espíritu europeo y son participes de la civilización occidental, y no como simples imitadores, sino como culturalmente occidentales.

Quiero decir que existen millones de hombres en el mundo que no han leído, ni leerán nunca a los grandes filósofos y pensadores europeos como lo hacían hace solo un siglo nuestros ascendientes, pero que guardan de Europa esa imagen que tantos de nosotros hemos perdido y que no hemos reemplazado por otra.

Naturalmente, no podría exigir de vosotros que me creáis, no puedo demostrar lo que acabo de deciros. Pero sabéis muy bien que no soy una de esas marionetas políticas que intenta vender una ideología, sino solo mostrar una idea.

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