“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Cuando viajamos una de nuestras actividades
preferidas es hacer fotos y videos, se ha vuelto normal, no solo en los viajes
sino también en nuestro día a día. De alguna manera conseguimos dividir nuestra
realidad y convertirla en un instante, somos capaces de tomar solo una parte de
ella, la que nos interesa o más nos llama la atención y guardarla. Si lo
pensamos veremos que “creamos” un mundo a partir del que existe.
Puedo ver a través de las imágenes que capte
durante el viaje a Nordkapp, un viaje, lo puedo crear a partir de unas fotografías
que solo mostraran una clase de viaje, una experiencia, la que en definitiva
más me interese mostrar.
Puedo contar una historia, mentir, expresar unos
sentimientos que tal vez ni siquiera experimente y que configurarán un viaje
que puede ser muy diferente al que realice.
Cuantas veces no hemos visto la realidad de un
viaje a partir de un objetivo. Detenemos el tiempo, el espacio y lo guardamos
en nuestro teléfono. Tenemos cientos de archivos que son como instantes
muertos, objetos y personas congelados en un presente inmóvil que se actualiza
cada vez que los miramos.
Al hacer fotos estamos creando mundos; es mostrar
muchas veces la realidad que en ese instante no vimos o no sentimos. Nos
permite que en un segundo seamos capaces de parar la realidad, enfocar con el
corazón, y ver cómo de maravilloso puede resultar nuestro mundo y como de
doloroso.
Lo maravilloso del mundo es muy difícil de abarcar
y de resumir, pero nuestras fotos pueden ser efecto y reflejo de ello.
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