¡¡¡Buenos días!!!
Empezamos
este día con la esperanza de que este sea un día especial. Veremos si nos
aclaramos un poco y vemos con un poco de claridad por qué la idea de patria es
un acto de voluntad que nos nace desde dentro y que nos lleva a ser sus
servidores y no sus esclavos. Si comprendemos esto comprenderemos que el
nacionalismo de derecha no se opone como podríamos pensar y a veces suponer al
antipatriotismo de izquierda.
El que yo
me considere un servidor de mi patria resulta tan extraño y sorprendente para
un militante de izquierdas como a uno de derechas. Según cómo lo ven uno y
otro, la nación no es la patria, es el Estado. Que yo me considere enamorado de
mi tierra natal o adoptiva es un sentimiento que consigue que quiera servirla,
ayudarla, hacerla más bella. Es ese el espíritu que genera el lugar de
nacimiento, sus gentes y su territorio el que cuesta entender, se trata de un
sentimiento que tiene que nacer desde dentro del mí hacia fuera no al
contrario.
La
izquierda sabe muy bien, en un momento dado, como servirse del Estado como de
un aparato indispensable para controlar y vencer la resistencia de las personas
porque sienten la obligación de estimar a su nación, por lo cual es tan
nacionalista como lo pueda ser un nacionalista de derecha. Lo que se detesta de
la idea de patria es que sea tan humana que solo se someta a la ley de la
caridad. Tomemos nada más un ejemplo, el principio del reclutamiento
obligatorio, es a mi manera de ver monstruoso y a la vez ridículo. Al decretar
el reclutamiento obligatorio, se traiciona a la civilización y se inaugura el
mundo totalitario. Desde el momento en que es necesario un decreto para que todos
los ciudadanos pertenezcan en el Estado, ¿por qué no pertenecer a él por
siempre jamás, desde el nacimiento hasta la muerte? He aquí por qué un
antipatriota puede muy bien convertirse fanáticamente en nacionalista, sin
dejar de ver en la patria más que una superstición peligrosa, capaz de limitar
los derechos del Estado.
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