viernes, 6 de enero de 2023

Otra vez ¡¡¡Buenos días!!!

 ¡¡¡Buenos días!!!

Vuelvo a donde lo deje hace días y, tengo que decir que, aunque nunca he salido de Europa, intuyo por los medios que tengo a mi alcance que Europa está presente en una gran parte del mundo. Puedo adivinar que en muchos de los pequeños pueblos esparcidos por el mundo de los cuales ni siquiera encontráis el nombre en el mapa se habla o se piensa de Europa. 

Repito que Europa está presente en cada uno de estos pueblos porque ha sido siempre para ellos la hija mayor de la Iglesia o la Emancipadora del género humano, a elegir entre una u otra según se prefiera. Sí, sí, encontraréis esto un poco a cuento, pero es así, ¿qué queréis que os diga?

Probablemente estas personas se sienten heridas en el más profundo de su ser al ver lo que nos está pasando en Ucrania, y no han comprendido ninguna de nuestras excusas, estoy seguro. Sí, tengo que decíroslo. Es necesario que lo sepáis. Haríamos bien de repetirles que ellos, en nuestro lugar, habrían hecho lo mismo, pero ellos no tienen por costumbre ponerse en nuestro lugar. Nunca se han puesto en el lugar de un pueblo que cuenta con gran número de santos y héroes, en el lugar de la Europa de Carlomango, de San Lluís, de Juana de Arco, del Grand Emperador, de Santo Tomas... nunca se atrevieron.

 Sí, gran parte del mundo está asistiendo de lejos el hundimiento de Europa. Empiezan a no creer a Europa, pero creen todavía en nosotros y no desean nada más que depositar sobre nosotros esa fe que, por otro lado, no han entregado nunca total y confiadamente a Europa.

 Efectivamente, durante años y años nuestros rivales en Europa se esforzaban a presentarnos como un pueblo decaído, que andaba lentamente y como a disgusto por la vía del progreso, y ese progreso tan enaltecido acaba de deteriorarse. Saben muy bien que ese progreso no es el nuestro, que no era el tipo de progreso que nosotros habíamos anunciado a la humanidad, cuando en el momento más alto de nuestro prestigio y de nuestro poder nuestro país lanzaba en el mundo su gran mensaje de esperanza y fraternidad.

Consideran que España no puede haber dicho todavía su última palabra. Que depende solo de ella volverse contra un orden que es en realidad la dictadura de un progresismo delirante, poseedores de inmensos recursos espirituales acumulados a lo largo de siglos y con los cuales contamos todavía ahora. Dicen que este orden no es español, que España ha intentado en vano configurar con él su libre genio, agotándose despacio en esa lucha impotente contra sí misma; que su misión histórica es, a partir de ahora, no solo rechazar este orden, sino pensar otro -sí, pensar otro-, pensarlo con esa sensibilidad prodigiosa de una inteligencia que la ha conducido siempre a ideas vivas, que la ha llevado a una verdadera encarnación del pensamiento. 

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