“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Mientras
dejo pasar las horas hasta que pueda ver si sus Majestades los Reyes Magos de
Oriente me han traído algún regalo voy a mostrar cómo nos fue la excursión del
domingo pasado.
Fue
un recorrido interesante, con una buena mezcla entre subidas y bajadas, pues
subimos a la Vall de Ebo y salimos de allí por Petracos que son unos kilómetros
increíbles con una subida que nos hace disfrutar de unas vistas espectaculares y
una bajada hacia Petracos, metidos en el barranco de Malafi que te dejar
“helado”, y más ayer que en las bajadas se me agrietaba la cara.
Después,
un suave descenso por Parcent, Alcalali, Jalon, Lliber, Gata, Pedreguer,
Beniarbeig, y en vez de llegar a Pego por abajo nos gustó más la idea de volver
por Sanet y Negrals, Benimeli, Rafol de Almunia y Sagra.
Doce
pueblos los que cruzamos en un día lleno de un sol maravilloso pero acompañado
de un viento frío que hizo que nuestros aplausos al astro rey fueran más
intensos de lo normal, una jornada de cicloturismo “casi” perfecta.
Ya
sabemos que no existe casi nada perfecto, ni el mundo y menos aún el hombre,
aunque creo que Adán y Eva si lo fueron en algún momento, aunque esta es otra
historia que merece ser recordada, y ya lo haremos en otra ocasión.
Supongo
que he podido cometer un error al decir que no existe un mundo perfecto ya que
eso puede depender de lo que se entienda por un mundo perfecto. La lista de parámetros
que podrían ser cambiados según el criterio de lo “perfecto” es enorme e inacabable.
También
deberíamos tener en cuenta las formas y los modos de pensar de la gente que nos
ha precedido y la de hoy, que pueden ser bastante diferentes, o sea que tendríamos
tantos mundos “perfectos” como políticos, economistas, filósofos y hombres y
mujeres de todas las maneras de pensar y de preferir.
Está
claro pues que para algunos el mundo perfecto sería más caliente, y para otros
más frío. Para unos permitiría vivir hasta los 90 años mientras que para otros
provocaría la “muerte dulce” (eutanasia obligatoria) de todos a
los 60 años. Para unos dominaría su raza y para
otros la suya. Para unos se hablaría un único idioma y para
otros se conservarían cientos y cientos de idiomas desaparecidos a lo
largo de los siglos.
Por
cierto, hay que recordar que algunos pensadores antiguos ya comprendieron, con
menos adelantos, pero con un gran sentido común, que un mundo material no puede
ser nunca perfecto puesto que la materia está siempre abierta a muchas
posibilidades, y porque lo imprevisto forma parte de nuestro mundo.
Y,
por si fuera poco, la libertad humana exige, por su misma naturaleza, estar
abierta a escoger entre un acto y el contrario, con lo que ello implica para el
bien y para el mal. Si escogemos correctamente, brilla “algo” de bondad y de
perfección (frágil, pero perfección) en nuestro planeta
y en el universo entero. Si escogemos erróneamente, desde egoísmos despiadados o
desde odios profundos, el mal avanza y los daños pueden ser más o menos
dolorosos para otros.
Un
mundo así, ciertamente, podría haber sido creado de otra manera, con animales
de otro tipo y plantas diferentes, con más o menos estrellas, pero una cosa parece
clara, todas las variantes no pueden ir contra de lo que es propia de la materia,
su caducidad, ni en contra el riesgo de lo que decidan cada día los hombres y
mujeres libres.
Tenemos
por tanto el mundo que tenemos. Juzgarlo porque no nos gusta no resultaría
sensato. Lo sensato debe ser preguntarnos: ¿qué se quiere de nosotros y que hacemos
en este mundo? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades respecto a los hombres y
mujeres que viven a nuestro lado? ¿Qué sentido tiene nuestra existencia
temporal y frágil?
Son
las preguntas correctas que pueden orientar nuestras decisiones. Si contestamos
bien, si comprendemos (a veces entre confusiones) un poco mejor el sentido
profundo del vivir humano, si permitimos que se limpie nuestro corazón de todo
mal, seremos entonces capaces de tomar decisiones más cuidadosas, desde un amor
concreto a la verdad y a la justicia.
En
fin, voy a ver si han dejado algo dentro de los calcetines y a dar las gracias
a quien me ha permitido tener pies para utilizarlos.
Buen
día.
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