sábado, 9 de enero de 2021

Dominarse a sí mismo.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Creo recordar que era Séneca el que, refiriéndose a Carlo Mango por su falta de domino sobre sí mismo, se hacía la siguiente pregunta: “¿A quién puedes admirar en mayor medida que a quien se gobierna a sí mismo, a quien se mantiene bajo su propio señorío?” y le gustaba hacer hincapié en que “dominarse a sí mismo es el mayor de los imperios” pues es más fácil regir naciones bárbaras y rebeldes que contener la propia alma y entregarla a uno mismo.

Coincido con Séneca en ese aspecto, que gobernarse a sí mismo es el gobierno más difícil y necesario. No tengo más que mirar un poco a mí alrededor para darme cuenta de que muchos de los gobernantes que nos rodean no parecen tener el control sobre uno mismo, y eso es imprescindible para ser no solo un buen gobernante sino también una buena persona y todo lo que esto representa. Resulta imposible querer ser generoso y vivir preocupado por los demás si no se pone toda la voluntad en tomar el control de los propios apetitos. Quien se deja dominar por sus instintos, quizá desee de corazón el bien a los demás, pero al final, en la mayoría de las ocasiones terminará poniendo por delante sus deseos e intereses, y se convertirá en una persona poco de fiar.

Si ahora echamos un vistazo a las noticias nacionales e internacionales comprenderemos muchas cosas y su porque, pues la persona que se deja arrastrar por la fuerza de sus pasiones ni es libre ni puede pretender trasmitir libertad a los demás, porque no hará lo que ella quiera, sino lo que espontánea y trivialmente le viene en gana. Por eso es importante darse cuenta de quien controla sus pasiones y quien no lo hace, quien pone pasión en lo bueno y siente desagrado por lo malo y quien no. Esas son señales que nos dirán quien entiende de que va esto de la libertad.

Tal vez ya no estemos acostumbrados a ver a ese alumno que pregunta cuando todos callan, o que da un paso al frente cuando se pregunta por los responsables de un destrozo; no vemos ya a personas que son capaces de  mantener la opinión o el comentario contracorriente, o asumir la cuota de impopularidad que casi siempre suponen las decisiones difíciles; no conocemos a nadie que sepa decir que no de forma razonada y constructiva al jefe, al hijo adolescente, al grupo, o a los que gobierna, eludiendo así la fácil opción de agradar cuando eso supone claudicar; todo eso, ya casi no lo vemos pero es que nosotros tampoco lo hacemos pues cuesta un esfuerzo considerable, y justamente es todo eso lo que va asentando una coherencia de vida y un carácter maduro. Sin ejercitar ese «músculo», la mejora personal no se va a producir.

No quiero decir con esto que la mejora personal, o el fortalecimiento del «músculo» de la voluntad, sea como una especie de «culturismo» psicológico o espiritual. Entre otras cosas, porque el voluntarismo o la prepotencia suelen funcionar mal. Hay que saber convivir siempre con la conciencia de nuestra propia debilidad, sabiendo que cualquier persona, en determinadas horas de su vida, y pese a su voluntad y su conciencia del deber, puede sentirse indefensa ante el poder de fuerzas misteriosas. Son momentos de gran turbación para quienes experimentaban cierto goce en juzgarse más fuertes, más morales y rectos que los demás. Pero para todos esos  momentos  nos ayudan a comprender mejor a los demás, a contar más con ellos.

En fin, lo dejo por hoy.

Buenos días.

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