“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Creo
recordar que era Séneca el que, refiriéndose a Carlo Mango por su falta de domino
sobre sí mismo, se hacía la siguiente pregunta: “¿A
quién puedes admirar en mayor medida que a quien se gobierna a sí mismo, a
quien se mantiene bajo su propio señorío?”
y le gustaba hacer hincapié en que “dominarse
a sí mismo es el mayor de los imperios”
pues es más fácil regir naciones bárbaras y rebeldes que contener la propia
alma y entregarla a uno mismo.
Coincido
con Séneca en ese aspecto, que gobernarse a sí mismo es el gobierno más difícil
y necesario. No tengo más que mirar un poco a mí alrededor para darme cuenta de
que muchos de los gobernantes que nos rodean no parecen tener el control sobre
uno mismo, y eso es imprescindible para ser no solo un buen gobernante sino también
una buena persona y todo lo que esto representa. Resulta imposible querer ser
generoso y vivir preocupado por los demás si no se pone toda la voluntad en
tomar el control de los propios apetitos. Quien se deja dominar por sus
instintos, quizá desee de corazón el bien a los demás, pero al final, en la
mayoría de las ocasiones terminará poniendo por delante sus deseos e intereses,
y se convertirá en una persona poco de fiar.
Si
ahora echamos un vistazo a las noticias nacionales e internacionales
comprenderemos muchas cosas y su porque, pues la persona que se deja arrastrar
por la fuerza de sus pasiones ni es libre ni puede pretender trasmitir libertad
a los demás, porque no hará lo que ella quiera, sino lo que espontánea y
trivialmente le viene en gana. Por eso es importante darse cuenta de quien
controla sus pasiones y quien no lo hace, quien pone pasión en lo bueno y
siente desagrado por lo malo y quien no. Esas son señales que nos dirán quien
entiende de que va esto de la libertad.
Tal
vez ya no estemos acostumbrados a ver a ese alumno que pregunta cuando todos
callan, o que da un paso al frente cuando se pregunta por los responsables de
un destrozo; no vemos ya a personas que son capaces de mantener la opinión o el comentario
contracorriente, o asumir la cuota de impopularidad que casi siempre suponen
las decisiones difíciles; no conocemos a nadie que sepa decir que no de forma
razonada y constructiva al jefe, al hijo adolescente, al grupo, o a los que gobierna,
eludiendo así la fácil opción de agradar cuando eso supone claudicar; todo eso,
ya casi no lo vemos pero es que nosotros tampoco lo hacemos pues cuesta un
esfuerzo considerable, y justamente es todo eso lo que va asentando una
coherencia de vida y un carácter maduro. Sin ejercitar ese «músculo», la mejora
personal no se va a producir.
No
quiero decir con esto que la mejora personal, o el fortalecimiento del
«músculo» de la voluntad, sea como una especie de «culturismo» psicológico o
espiritual. Entre otras cosas, porque el voluntarismo o la prepotencia suelen
funcionar mal. Hay que saber convivir siempre con la conciencia de nuestra
propia debilidad, sabiendo que cualquier persona, en determinadas horas de su
vida, y pese a su voluntad y su conciencia del deber, puede sentirse indefensa
ante el poder de fuerzas misteriosas. Son momentos de gran turbación para
quienes experimentaban cierto goce en juzgarse más fuertes, más morales y
rectos que los demás. Pero para todos esos momentos nos ayudan a comprender mejor a los demás, a
contar más con ellos.
En
fin, lo dejo por hoy.
Buenos
días.
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