“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Después del descanso obligado por las lluvias y el
frío, el domingo volvimos a la carretera y lo hicimos con nuestra distancia
preferida, alrededor de los cien kilómetros y con parada para comer en Millena,
un día perfecto.
Perfecto por sol que nos acompañó y por el poco
frío que pasamos a pesar de que estuvimos cerca de la nieve, lo que sin duda le
dio más emoción. Emoción no en el sentido de más aventura sino como un
sentimiento de entusiasmo.
La emoción, en este caso agradable, nos sucede cuando
vamos en bicicleta y el paisaje nos impresiona, esa alteración del ánimo que se
experimenta nos permite, sin darnos cuenta, que los que están a nuestro
alrededor participen o se den cuenta de los sentimientos que estamos
experimentando en ese momento. Y es que, las emociones pueden llegar a ser
contagiosas.
Existe un contagio emocional mucho más sutil y que
es apenas perceptible, transmitimos y captamos estados de ánimo en muchos encuentros
con personas a las que ni siquiera conocemos, este intercambio emocional que se
produce nos suele contagiar como si fuera una especie de covid-19 social.
¿Cómo es posible? ¿Cómo se produce esa transmisión
mágica? Pues en realidad no lo sé, pero es fácil que inconscientemente imitemos
las emociones que vemos en la otra persona, por medio de una imitación de su
expresión facial, de sus gestos, su tono de voz y otras señales no verbales de
emoción.
Todos conocemos a personas que son especialmente
susceptibles, que tienen una sensibilidad que hace que su sistema nervioso se
dispare más fácilmente ante los sentimientos de los demás, es una característica
que parece hacerlos más impresionables; ver llorar les provoca lágrimas, mientras
que una conversación con alguien que se siente feliz puede estimularlos y
hacerlos más empáticos, pues se sienten más fácilmente conmovidos por los sentimientos
de los demás.
Es curioso que cuando dos personas se encuentran a
gusto muchos de sus movimientos se combinan mientras hablan, una asiente con la
cabeza cuando la otra hace una observación, o ambas se mueven en su silla al mismo
tiempo, o una se echa hacia adelante mientras la otra se mueve hacia atrás. El
grado de compenetración emocional que sentimos con otra persona se refleja por
la exactitud con que combinamos nuestros movimientos mientras hablamos, es un indicador
de cercanía del que no se tiene conciencia.
Y es que las emociones no son privadas sino públicas,
lo que quiero decir es que nuestra expresión verbal, gesticular y postural delatan
nuestras emociones. Así pues, los pensamientos son privados mientras las
emociones son públicas y los demás saben cómo nos sentimos, lo cual es muy
importante para comunicarnos.
De ahí lo “frías” que pueden resultar las
relaciones personales en las redes sociales, un problema que se esta ampliando
por culpa de la pandemia en el que el contacto directo cada día nos esta más
restringido.
En fin, supongo que esto también pasara.
Buenos días.
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