“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Pasamos
mucho frío ayer con la bicicleta y eso que lucio un sol estupendo, pero cuando
el viento es frío la sensación en el rostro no es nada agradable si la soportas
alrededor de cuatro horas. Ya hablaré de la excursión mañana, pues me acabo de
levantar y me dado cuenta de que llevo cuatro días de este 2021 y como era de
esperar no se han marchado los momentos difíciles que, no solo yo, estamos pasando.
Alguna vez habré comentado que es bastante normal confundir lo urgente y lo
importante, pero en estos momentos tan complicados, es más difícil.
Son
tantas las cosas urgentes a las que tenemos que atender que se nos escapa en
ellas nuestro tiempo y nuestras fuerzas, y no nos queda casi nada para dedicarlas
a lo que es realmente importante. La covid-19, el confinamiento, los contagios,
la tensión política y la crisis económica son situaciones que se nos presentan como
decisivas y que reclaman una atención urgente. Para nuestra desgracia, todas
estas preocupaciones no van a ser pasajeras y tendremos que estar pendientes de
ellas aún durante muchos meses. Y, aquí nos surge un problema, en que esa
atención tan necesaria nos haga olvidar lo importante, nos haga olvidar aquello
en lo que nos jugamos la felicidad de nuestra vida y su objetivo final.
Tengo
que recordar, según yo lo entiendo, que la felicidad, que nuestra felicidad se resuelve
en nuestra capacidad de amar a los demás y en el saber, en tener conciencia de
que somos amados y esto debería de prevalecer sobre cualquier urgencia. Tengo
que insistir en que amar quiere decir procurar el bien del otro, no que se
tenga necesariamente que sentir simpatía o algún sentimiento de satisfacción rápido.
Es
fácil, si queremos, ver en medio de toda esta crisis las señales de amor que
nos vienen de los demás: de nuestra familia y amigos, de vecinos, de los que
están contribuyendo positivamente al bien social con su trabajo y su empeño de
hacer las cosas bien, de los que se preocupan por nosotros ya sea directa o
indirectamente, pero también de los que nos están corrigiendo y perdonando por
nuestros errores. No quisiera olvidarme en este rápido repaso de esos signos de
amor que aparecen en nuestras vidas, que mucha gente no identifica su origen, y
que no dependen de nuestra respuesta, ni siquiera de nuestra atención, que nos
son dados sin nada a cambio.
El
tener la conciencia de que somos queridos y estimados es lo que nos da la
fuerza necesaria para corresponder de igual manera, atendiendo a las personas
que nos rodean como seres humanos que necesitan recibir una atención especial, deseando
y procurando lo mejor para ellos, y alegrándonos al ver que lo conseguimos.
La
dificultad con la que nos encontramos estos días de pandemia es que para
procurar el bien del otro se requiere forzosamente conocerle, estar con él, y
el confinamiento y las restricciones nos lo dificultan, pues si en situaciones
normales ya es complicado reconocer en cada uno su particularidad, porque cada
uno de nosotros esconde un misterio irrepetible, ahora la tarea es mucho más
complicada. No sé debe dejar de pensar que el objetivo del diálogo y de la
amistad, no es otro que el de conocer al otro y procurar su bien.
En
medio de las urgencias de cada día, recordemos que lo importante son las
personas, y la única actitud adecuada para tratar con las personas es el amor. Incluso
con los enemigos, porque desear su bien conlleva muchas veces desear su cambio
de actitud.
Vamos
a intentar que lo urgente no arrincone a lo importante. Lo importante es lo que
cambia el mundo.
Buenos
días.
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