“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Ya he terminado de fabricar el mueble que
convertirá la berlingo en un camper, mini, pero camper, que nos cobijará en su
sala de estar y nos permitirá dormir en su dormitorio, a la vez que nos dará la
oportunidad de utilizar su cocina para lo que la necesitemos.
Ahora, le estoy colocando unas capas de barniz para
proteger la madera, y ya estará lista para poder realizar su primera excursión
si la covid-19 nos da la oportunidad. Aunque no todo esta resuelto, me queda
concretar como viajarán las bicicletas, aunque este es un problema menor y que
presenta muchas soluciones, sin embargo, aún queda decidirse por una.
Esta complicado, poder hacer el estreno enseguida,
al menos en una salida de varios días ya que la situación de la pandemia nos
obliga también a protegernos y a proteger a los demás. En realidad, estos dos
años pasarán a la historia, a mí historia, como los más oscuros, paradójicos y
contradictorios en lo que a utilidad se refiere, no han servido de momento para
nada.
En este momento, cuando observo el mundo siento desasosiego
porque hay muchas cosas que son objetivamente contrarias a mi forma de pensar.
Estoy en una sociedad que no me gusta, al menos, no me gusta del todo. Mire
hacia donde mire, veo que es mucho lo que se debería de arreglar: mucho que
limpiar, mucho que cambiar, mucho que sanear.
Me encuentro con el mundo de la infancia, de la juventud,
del matrimonio, de la vejez, el mundo de la educación, de la política, de la
familia, etc., todos ellos sin rumbo, desnortados. No creo que sea necesario
aportar datos, sin embargo, sí que me planteo una pregunta que me resulta
inevitable: ¿qué tengo que hacer?, pregunta que, al hacerla, en su dimensión
social, la podría traducir por esta otra: ¿cómo arreglar esto?
Tengo que decir que esos problemas los vemos y los
padecemos todos, quienes tenemos un planteamiento cristiano y quienes no los tienen.
Discrepamos en las causas de los problemas y discrepamos también en las
soluciones, pero venimos a coincidir en la valoración de los hechos.
Veamos, el fracaso escolar es fracaso escolar para
todos, y del mismo modo la ruptura de la familia, la violencia doméstica, las
miserias del consumo de drogas, la prostitución o el alcoholismo.
¿Qué respuestas se nos da desde los poderes
públicos? Según mi entender se nos presentan dos: las campañas publicitarias y
el parcheo. O sea, nada de nada, porque la solución no esta en ir poniendo
parches. Si se nos mueren dos jóvenes por el problema del botellón, nos echamos
las manos a la cabeza con una ingenuidad culpable, hacemos un par de campañas
estériles que cuestan un dineral, y, ahí siguen nuestros muchachos poniéndose
morados de alcohol cada fin de semana, y a continuar con el problema.
¿Qué podemos hacer para arreglar todo esto?
Yo no sé hacer una relación de todas las causas por
las cuales hemos llegado a estar como estamos, y, además, no creo que sea interesante,
prefiero pensar en las posibles correcciones. Por otra parte, tampoco es
cuestión de dar soluciones concretas porque no creo que nadie tenga recetas
mágicas para corregir tanto estrago, pero alguna vía de solución sí se puede
intuir.
Por lo tanto, si no puedo dar soluciones concretas
para los problemas concretos, ¿de qué se trata entonces? Pues, se trata de
intentar hacer un mundo nuevo, este es el trabajo. ¡Pero hacer un mundo nuevo!
¡Casi nada! Ciertamente pienso que es un objetivo que me sobrepasa, pero no
puedo ni debo aspirar a menos.
¿Por dónde empiezo? La respuesta que le encuentro a
esta pregunta no es otra que la de hacer un hombre nuevo. No puedo aspirar a
una humanidad nueva si no hay, en primer lugar, hombres nuevos. Pero ¿Quiénes tienen
que ser esos hombres nuevos? Está claro, nosotros.
Este es un propósito muy interesante y bello, al
que deberíamos de prestar un poco de atención para no quedarnos solo en
palabras. Por eso intentare de alguna manera volver sobre el tema e ir desarrollándolo,
pero por hoy es suficiente.
Buenos días.
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