“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
No
creo que sea algo nuevo para nadie que estamos pasando por la peor fase de la
pandemia, hasta ahora, se van pulverizando los récords continuamente, cualquier
indicador que miremos siempre nos lo encontramos con el signo positivo, con el
aumento del porcentaje.
Sin
duda el más alarmante y el que me causa más impresión es el de la cantidad de
muertos, no solo los de en un día que no cesa de aumentar sino los de toda la
pandemia y, hay un detalle que me llama mucho la atención; no he visto que
nadie se refiera a ellos como difuntos.
Los
que utilizan este término supongo que deben tener muy poca proyección mediática
o están fuera de mi ámbito de información y, supongo que, por eso, tanto yo como
la mayoría de la gente o no presta atención o se queda sencillamente con los
muertos.
Veamos,
lo que se dice morir, morimos todos. No obstante, no todos acabamos muertos. Y,
es que solemos utilizar muchas palabras como si fueran sinónimos cuando no lo
son.
Hay
una gran diferencia entre muerto y difunto, aunque para muchos de nosotros no
deje de ser una persona sin vida. Cuando se utiliza la palabra “muerto” nos
estamos refiriendo a una persona cuyos signos vitales han desaparecido, es
decir, su vida ha terminado; pero en cambio, cuando utilizamos el termino
“difunto”, nos referimos a una persona que ha cumplido una función, pero cuya
vida no ha terminado porque vive de otra manera. Supone la diferencia entre la
nada o la Vida; la oscuridad o la Luz.
Pienso
que es interesante en estos días con tantas muertes resaltar esta diferencia. Hay
que transmitir esperanza en medio de este inmenso dolor por el que esta pasando
tanta gente. Esa esperanza lleva una alegría tranquila dentro de ese dolor. Sirve para sentir que ese
ser querido está en la Vida y que allí sigue su existencia.
Las
personas, abiertos al futuro como estamos, deberíamos entender, y se nos
debería explicar de forma que lo entendiéramos bien, que todo lo que poseemos en
esta vida es limitado, perecedero y que por eso tiene su fin, sin embargo, como
una singularidad más del cristianismo, nos aparece la esperanza, es más, es una
parte de la base del hombre que le abre las puertas a un futuro sin límite.
No
hay forma de vivir sin esperanza, sin ella la vida es muerte directamente. No
tengo ahora tiempo para buscarlo, pero recuerdo haber leído u oído algo
parecido a que “si alguien cree que cuando alguien muere se acaba, es que no ha
querido a nadie de verdad”. Ya se que puede parecer demasiado drástica la
postura, pese a todo, es una forma de expresar lo que representa la esperanza
en ese momento: querer que nuestros seres queridos vivan.
Y
es que la esperanza no va a depender de un estado emocional por el que estemos
pasando y tenemos esperanza en un futuro mejor, la esperanza es propia de la
naturaleza de la persona creyente, pero no depende de nosotros. Es un don, pura
gracia. El cristiano lo entenderá mejor.
Hay
que pasar por el duelo y no hay que intentar ignorarlo. La esperanza tiene que
aparecer en ese proceso, como un bálsamo que cura la herida pero que no disimula
la cicatriz. Ese dolor que se siente ante la perdida de un ser querido es una
forma de recuerdo y del amor que sentimos hacia esa persona. Si somos capaces
de entenderlo percibiremos que nuestros seres queridos son difuntos con nombre,
no muertos con número.
Buenos
Días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario