lunes, 11 de enero de 2021

Difuntos.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

No creo que sea algo nuevo para nadie que estamos pasando por la peor fase de la pandemia, hasta ahora, se van pulverizando los récords continuamente, cualquier indicador que miremos siempre nos lo encontramos con el signo positivo, con el aumento del porcentaje.

Sin duda el más alarmante y el que me causa más impresión es el de la cantidad de muertos, no solo los de en un día que no cesa de aumentar sino los de toda la pandemia y, hay un detalle que me llama mucho la atención; no he visto que nadie se refiera a ellos como difuntos.

Los que utilizan este término supongo que deben tener muy poca proyección mediática o están fuera de mi ámbito de información y, supongo que, por eso, tanto yo como la mayoría de la gente o no presta atención o se queda sencillamente con los muertos.

Veamos, lo que se dice morir, morimos todos. No obstante, no todos acabamos muertos. Y, es que solemos utilizar muchas palabras como si fueran sinónimos cuando no lo son.

Hay una gran diferencia entre muerto y difunto, aunque para muchos de nosotros no deje de ser una persona sin vida. Cuando se utiliza la palabra “muerto” nos estamos refiriendo a una persona cuyos signos vitales han desaparecido, es decir, su vida ha terminado; pero en cambio, cuando utilizamos el termino “difunto”, nos referimos a una persona que ha cumplido una función, pero cuya vida no ha terminado porque vive de otra manera. Supone la diferencia entre la nada o la Vida; la oscuridad o la Luz.  

Pienso que es interesante en estos días con tantas muertes resaltar esta diferencia. Hay que transmitir esperanza en medio de este inmenso dolor por el que esta pasando tanta gente. Esa esperanza lleva una alegría tranquila  dentro de ese dolor. Sirve para sentir que ese ser querido está en la Vida y que allí sigue su existencia.

Las personas, abiertos al futuro como estamos, deberíamos entender, y se nos debería explicar de forma que lo entendiéramos bien, que todo lo que poseemos en esta vida es limitado, perecedero y que por eso tiene su fin, sin embargo, como una singularidad más del cristianismo, nos aparece la esperanza, es más, es una parte de la base del hombre que le abre las puertas a un futuro sin límite.

No hay forma de vivir sin esperanza, sin ella la vida es muerte directamente. No tengo ahora tiempo para buscarlo, pero recuerdo haber leído u oído algo parecido a que “si alguien cree que cuando alguien muere se acaba, es que no ha querido a nadie de verdad”. Ya se que puede parecer demasiado drástica la postura, pese a todo, es una forma de expresar lo que representa la esperanza en ese momento: querer que nuestros seres queridos vivan.

Y es que la esperanza no va a depender de un estado emocional por el que estemos pasando y tenemos esperanza en un futuro mejor, la esperanza es propia de la naturaleza de la persona creyente, pero no depende de nosotros. Es un don, pura gracia. El cristiano lo entenderá mejor.

Hay que pasar por el duelo y no hay que intentar ignorarlo. La esperanza tiene que aparecer en ese proceso, como un bálsamo que cura la herida pero que no disimula la cicatriz. Ese dolor que se siente ante la perdida de un ser querido es una forma de recuerdo y del amor que sentimos hacia esa persona. Si somos capaces de entenderlo percibiremos que nuestros seres queridos son difuntos con nombre, no muertos con número.

Buenos Días.

No hay comentarios: