sábado, 23 de enero de 2021

Ni aceptarlo todo ni despreciarlo todo.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Terminé ayer demasiado rápido, pero se me hacia tarde y el tema me daba la impresión de que iba para largo, y es que, después de pensarlo esta noche, no estuve del todo acertado al empezar por preguntándome qué tengo hacer para cambiar el mundo.

Me he levantado esta mañana con la idea de que antes de pensar en qué hay que hacer, he de pensar en qué hay que pensar, y antes aún debo prepararme para poder pensar. Para ello lo primero es desperezarme, espabilarme y espabilar el oído.

Hoy en día, tengo la suerte de poseer mucha información, puedo interesarme por infinidad de teorías e ideas y pensarlas. Para lo cual debo tener una actitud de escucha y escuchar es tener una actitud de aceptación y de admisión hacia quien escribe o habla.

Pero claro, hay que razonar y pensar lo que hemos escuchado, y para ser justo debería de hacer una revisión de los criterios que utilizo y utilizamos la mayoría de nosotros. Desde que nacemos empezamos a nutrirnos de un modo de pensar, el actualmente dominante, está formado por los criterios de una sociedad que es, justamente, la que queremos cambiar.

Según lo veo no es solo cuestión de los mecanismos que usamos para conocer la verdad de las cosas, del criterio que utilicemos, pero sí lo puede ser para empezar, para colocarnos en un punto de partida. Los que estamos aquí no somos los únicos responsables de este modo de pensar y de organizar la vida, porque somos hijos de una nación muy vieja y de una cultura secular, en la que hay de todo, bueno y malo; tenemos sobre nuestras espaldas el peso de una tradición de la que es muy difícil desprenderse, pero, por otra parte, tampoco estamos ciegos para que nos carguen con lo que nos echen, ni guías ciegos para no saber conducirnos y para no saber conducir a los demás.

¿Cuánto tiempo más vamos a continuar repitiendo, en muchos aspectos, ese proceder inútil que hemos heredado de nuestros padres? No estoy diciendo con esto que haya que olvidarse de todo y empezar de cero. Ese es un camino que ya han seguido las revoluciones clásicas, y sus efectos han sido, en todos los casos, al menos tan destructivos como los daños que pretendían arreglar. Nuestros antepasados merecen toda nuestra veneración, todo nuestro respeto y toda nuestra estima, pero en cuanto personas concretas.

En cuanto al modo de pensar y de actuar de las generaciones anteriores habría que ver qué hay que respetar y qué no, porque socialmente, como responsables del mundo que nos han dejado, tampoco hicieron sus deberes correctamente. Ahí está la historia para demostrarlo. Hemos recibido un modo de pensar propio de una cultura terriblemente egoísta: apegada al dinero, individualista, posesiva, materialista y hedónica, y lo que aún es peor, una cultura con muchos signos de muerte. Esta cultura nuestra, que mal que bien, fue cristiana, lleva varios siglos despojándose de los modos cristianos de entender la vida y de organizar la sociedad.

Es verdad que siempre continúan apareciendo figuras de cristianos que han brillado individualmente en su campo, pero el tejido social, hoy, en su conjunto no es cristiano.

¿Qué tiene de cristiano hoy el arte, el mundo de la televisión y de la radio, de la moda, del deporte, de las diversiones, de la economía, de la política, de la familia?

Por lo tanto, ni aceptarlo todo ni despreciarlo todo, pero sí que es mucho lo que hay que someter a revisión. Para hacer un mundo nuevo, si no queremos ser utópicos, hay que partir de lo que tenemos y contar con ello, porque no podemos ignorar quiénes somos y de dónde venimos, pero debemos tener claro qué nos ayuda y qué nos estorba. Si no somos responsables de la herencia recibida, sí que lo somos para examinarlo todo y quedarnos con lo bueno.

En fin, mañana intentaré seguir un poco más con este tema.

Buenos días.

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