jueves, 10 de diciembre de 2020

Una nueva economía.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Que la pandemia nos ha llevado a una crisis económica no creo que nadie lo discuta, y que va a continuar algún año más me parece que tampoco habrá demasiados inconvenientes en estar de acuerdo. Ahora pensar que tenemos ahora una oportunidad para cambiar algunas cosas de nuestro sistema económico, parece que ya no está tan claro.

Esta crisis económica viene de la mano de una crisis cultural y moral, y si se quiere cambiar el sentido de nuestra economía lo tendremos que hacer cambiando su sentido cultural y moral, pues de lo contrario volveremos a caer en los mismos errores. Una crisis moral y cultural en el hombre repercute en la economía.

Una economía que funcione sin ninguna moral destruirá a la persona y una persona destruida evidentemente no es capaz de poner la economía funcionamiento.

El mercado, sin duda, es una de las muchas instituciones de una sociedad libre, pero no puede ser la única por la que nos rijamos. El mercado necesita estar contenido, limitado y sostenido por otras instituciones, ya sean jurídicas, sociales, políticas, morales y religiosas. Si lo abandonados a su libre albedrío sucederá una de estas dos cosas o funcionará en contra de la persona o bien dejará de funcionar.

Entonces, el problema se encuentra en la cultura que se esconde tras el mercado y el centro de esa cultura es la autoconciencia humana, la manera en que el ser humano se concibe a sí mismo. En el centro de su autoconciencia está la relación que el ser humano establece con aquello a lo que decide donar, dedicar y ofrecer todo su corazón, toda su vida.

Si, como parece ser, nos encontramos en una época donde el narcisismo predomina, esta visión condiciona también la manera de pensar y elaborar la economía. Por lo tanto, hay que modificar la cultura y la moral general por una cultura que esté en comunión con todas las personas.

O sea, una cultura donde la persona no sea un individuo abstracto sino una persona que esté siempre abierta a compartir la vida del otro, y esto sucederá cuando su autoconciencia esté relacionada con el objetivo principal de su vida. La presencia del otro en mi vida debe ser una fuente de alegría y yo busco la verdad de mí mismo relacionándome con otros.

Este es el hecho fundamental, lo que cambiará los parámetros fundamentales de la ciencia económica que debería de prevalecer a partir de ahora. Si nos pertenecemos solidariamente, si vivimos los unos en la vida de los otros, entonces lo que me interesa es que tú vivas. No solo me interesa buscar la mejor manera de realizarme, sino que al mismo tiempo esa búsqueda irá unida al motivo principal en el que consiste mi vida.

Con esto, lo que estoy intentando decir es que lo que mueve al hombre es la búsqueda de su provecho individual y que, de manera inseparable, debería de coincidir con la del bien común. Pero hay que tener claro que el bien común no es simplemente una suma de bienes individuales. El bien común es el bien de una comunidad y solo se puede concebir si existe un pueblo que se concibe como sujeto.

Por eso no se puede pensar una nueva economía si no se piensa junto a ella en un pueblo nuevo, un sujeto que se mantenga unido por la solidaridad, donde cada uno se preocupe por realizar su propio bien, cooperando al mismo tiempo de manera solidaria para que los demás también puedan obtener el mismo resultado.

Ya sé que todo esto es muy bonito, muy idílico, pero a la vez también muy abstracto si no nos preguntamos de dónde viene la energía que transforma a seres aislados y egoístas, a los que solo les interesa su éxito individual, en sujetos integrantes de una comunidad humana, que construyen un pueblo y se conciben como tal.

¿De dónde viene esa energía? La respuesta es complicada, como debe de ser y son este tipo de respuestas. Pero lo que parece claro es que en algún sitio se debe buscar y por eso no debemos dejar de lado ni menospreciar a quien viva, proponga o promueva una experiencia de unidad y comunidad humana. No hay que olvidar a los que en su identidad ya viven con esos principios de construcción de una comunidad donde impere el bien común.

Alegrémonos de tener a nuestro alcance todo ese potencial, aprovechémoslo.

Buenos días.

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