"Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Después de aceptar que tenemos
un problema en nuestra sociedad, pues admite tranquilamente lo que significa la
legalización de la eutanasia, problema que ya viene de lejos con la aprobación
hace ahora 10 años de la ley del aborto, que por cierto aún se encuentra en el
Tribunal Constitucional, no me queda más remedio que admitir que lo mejor que
puedo hacer es vivir y disfrutar lo mejor que pueda el Misterio y el Espíritu
de la Navidad y que todo lo anterior no es más que paja si lo comparo con el
acontecimiento que celebraremos dentro de unos días.
Si además añadimos que estamos
en plena pandemia por culpa de la covid-19 resulta que oír y leer como alguien
nos da “¡Feliz Navidad ¡” es de lo más gratificante y esperanzador.
A pesar de todos los males que
nos sacuden, ese saludo recorre en estos días los labios de todos. No estaría
mal por ello que verificásemos que, el intercambio de los saludos no ha perdido
su profundo valor, y la fiesta no ha sido absorbida por las costumbres externas
a la celebración que tocan poco el corazón de las personas. Es verdad que esos signos
externos son muchas veces hermosos e importantes, pero siempre que no nos
distraigan, sino que nos ayuden a vivir la Navidad en su verdadero sentido, de
modo que tampoco nuestra alegría sea superficial, sino profunda.
Los que asisten a las ceremonias
religiosas que se celebran con motivo del día de Navidad se introducen en el
gran Misterio de la Encarnación, un Misterio que ha marcado y continúa marcando
la historia del hombre, un Misterio que conmueve nuestra fe y nuestra
existencia; “Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros, se ha hecho
uno de nosotros”.
Supongo que ahora cualquiera
podrá preguntarse: ¿cómo es posible? ¿puedo vivir ahora ese momento? ¿cómo
puedo participar en el nacimiento del Hijo de Dios, ocurrido hace más de dos milenios?
La respuesta es sencilla; en la Santa Misa de la Noche de Navidad.
La clave se encuentra en ese
estribillo que se repite casi automáticamente cuando se responde al salmo
responsorial: “Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”.
Este adverbio de tiempo,
“hoy”, indica que Jesús nace “hoy”, la Liturgia no usa una frase sin sentido,
sino subraya que esta Navidad incide e impregna toda la historia, sigue siendo
una realidad incluso hoy, a la cual podemos acudir precisamente en la celebración.
En la Liturgia, tal venida sobrepasa los límites del espacio y del tiempo y se
vuelve actual, presente; su efecto perdura, en el transcurrir de los días, de
los años y de los siglos. Indicando que Jesús nace “hoy”.
La celebración de la Navidad
renueva a los creyentes el convencimiento de que Dios está realmente presente
con nosotros. Dios, en aquel Niño nacido en Belén, se ha acercado al hombre:
nosotros lo podemos encontrar todavía, en un “hoy” que no tiene final.
Me gustaría insistir sobre
este punto, porque al hombre actual, hombre de lo “razonable”, de lo que se
puede experimentar, se le hace cada vez más difícil abrir el horizonte y entrar
en el mundo de Dios. La redención de la humanidad es sin duda, un momento
preciso e identificable de la historia: en el acontecimiento de Jesús de
Nazaret; pero Jesús es el Hijo de Dios, es Dios mismo, que se ha hecho hombre y
permanece hombre. El Eterno ha entrado en los límites del tiempo y del espacio,
para hacer posible “hoy” el encuentro con Él.
Si nos fijamos bien en lo que
se dice en las misas navideñas podremos entender que los acontecimientos de la
salvación realizados por Cristo son siempre actuales, y que interesan a cada
hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos o pronunciamos, en las
celebraciones litúrgicas, este “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, no
estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino entendemos que Dios
nos ofrece “hoy”, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de
reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él
nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su
Gracia, con su Presencia.
La Navidad, por tanto,
mientras conmemora el nacimiento de Jesús en la carne, de la Virgen María, es
un acontecimiento eficaz para nosotros.
En fin, amigos míos, vivamos
con alegría la Navidad que ya está ahí. Vivamos este acontecimiento
maravilloso: el Hijo de Dios nace aún “hoy”. Sobre todo, contemplemos y vivamos
este Misterio en la celebración de la Eucaristía, centro de la Santa Navidad;
allí se hace presente Jesús de modo real.
Me gustaría desearos ahora a todos
vosotros y a vuestras familias, la celebración de una Navidad verdaderamente
cristiana, de tal manera que también los intercambios de saludos en ese día
sean la expresión de la satisfacción de saber que Dios está cerca de nosotros y
quiere recorrer con nosotros el camino de la vida.
Feliz Navidad.
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