lunes, 21 de diciembre de 2020

¡Feliz Navidad a todos!

 "Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Después de aceptar que tenemos un problema en nuestra sociedad, pues admite tranquilamente lo que significa la legalización de la eutanasia, problema que ya viene de lejos con la aprobación hace ahora 10 años de la ley del aborto, que por cierto aún se encuentra en el Tribunal Constitucional, no me queda más remedio que admitir que lo mejor que puedo hacer es vivir y disfrutar lo mejor que pueda el Misterio y el Espíritu de la Navidad y que todo lo anterior no es más que paja si lo comparo con el acontecimiento que celebraremos dentro de unos días.

Si además añadimos que estamos en plena pandemia por culpa de la covid-19 resulta que oír y leer como alguien nos da “¡Feliz Navidad ¡” es de lo más gratificante y esperanzador.

A pesar de todos los males que nos sacuden, ese saludo recorre en estos días los labios de todos. No estaría mal por ello que verificásemos que, el intercambio de los saludos no ha perdido su profundo valor, y la fiesta no ha sido absorbida por las costumbres externas a la celebración que tocan poco el corazón de las personas. Es verdad que esos signos externos son muchas veces hermosos e importantes, pero siempre que no nos distraigan, sino que nos ayuden a vivir la Navidad en su verdadero sentido, de modo que tampoco nuestra alegría sea superficial, sino profunda.  

Los que asisten a las ceremonias religiosas que se celebran con motivo del día de Navidad se introducen en el gran Misterio de la Encarnación, un Misterio que ha marcado y continúa marcando la historia del hombre, un Misterio que conmueve nuestra fe y nuestra existencia; “Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros, se ha hecho uno de nosotros”.

Supongo que ahora cualquiera podrá preguntarse: ¿cómo es posible? ¿puedo vivir ahora ese momento? ¿cómo puedo participar en el nacimiento del Hijo de Dios, ocurrido hace más de dos milenios? La respuesta es sencilla; en la Santa Misa de la Noche de Navidad.

La clave se encuentra en ese estribillo que se repite casi automáticamente cuando se responde al salmo responsorial: “Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”.

Este adverbio de tiempo, “hoy”, indica que Jesús nace “hoy”, la Liturgia no usa una frase sin sentido, sino subraya que esta Navidad incide e impregna toda la historia, sigue siendo una realidad incluso hoy, a la cual podemos acudir precisamente en la celebración. En la Liturgia, tal venida sobrepasa los límites del espacio y del tiempo y se vuelve actual, presente; su efecto perdura, en el transcurrir de los días, de los años y de los siglos. Indicando que Jesús nace “hoy”.

La celebración de la Navidad renueva a los creyentes el convencimiento de que Dios está realmente presente con nosotros. Dios, en aquel Niño nacido en Belén, se ha acercado al hombre: nosotros lo podemos encontrar todavía, en un “hoy” que no tiene final.

Me gustaría insistir sobre este punto, porque al hombre actual, hombre de lo “razonable”, de lo que se puede experimentar, se le hace cada vez más difícil abrir el horizonte y entrar en el mundo de Dios. La redención de la humanidad es sin duda, un momento preciso e identificable de la historia: en el acontecimiento de Jesús de Nazaret; pero Jesús es el Hijo de Dios, es Dios mismo, que se ha hecho hombre y permanece hombre. El Eterno ha entrado en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible “hoy” el encuentro con Él.

Si nos fijamos bien en lo que se dice en las misas navideñas podremos entender que los acontecimientos de la salvación realizados por Cristo son siempre actuales, y que interesan a cada hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos o pronunciamos, en las celebraciones litúrgicas, este “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, no estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino entendemos que Dios nos ofrece “hoy”, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia.

La Navidad, por tanto, mientras conmemora el nacimiento de Jesús en la carne, de la Virgen María, es un acontecimiento eficaz para nosotros.

En fin, amigos míos, vivamos con alegría la Navidad que ya está ahí. Vivamos este acontecimiento maravilloso: el Hijo de Dios nace aún “hoy”. Sobre todo, contemplemos y vivamos este Misterio en la celebración de la Eucaristía, centro de la Santa Navidad; allí se hace presente Jesús de modo real.  

Me gustaría desearos ahora a todos vosotros y a vuestras familias, la celebración de una Navidad verdaderamente cristiana, de tal manera que también los intercambios de saludos en ese día sean la expresión de la satisfacción de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida.

Feliz Navidad.

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