“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
El domingo pasado estuvimos
por encima de los cien kilómetros, los sobrepasamos en seis, o sea estuvimos en
lo que viene siendo habitual si tenemos un buen día en lo que se refiere a la meteorología.
No descubrimos ningún rincón nuevo,
pues ya va siendo cada vez más difícil encontrar algo nuevo. Se trata ahora de
ver los mismos lugares con otra perspectiva.
Cuando miramos el horizonte mientras
circulamos por una carretera en un sentido no vemos lo mismo que si lo hacemos
en dirección contraria o si lo hacemos por la tarde o por la mañana, o si hace
sol o está nublado. Si agudizamos nuestra imaginación veremos enseguida que es
muy diferente. ¡Se ve de forma totalmente distinta!
A veces podemos tener imágenes
preestablecidas sobre determinados circuitos o carreteras… y es necesario
mirarlas desde otro ángulo.
Con certeza esa visión nos
ofrecerá una imagen diferente sobre lo que observamos normalmente porque,
cuando somos capaces de salir de nuestra visión, de nuestra óptica, en ese
momento es cuando nos damos cuenta de que todo tiene diferentes puntos de
vista, mucho más bonitos de lo que imaginamos. Pero tendemos a querer quedarnos
con lo conocido, con lo habitual... y nos perdemos la ocasión para mirar lo que
tenemos delante con otra perspectiva.
Se trata entonces de mirar no
solo los recorridos sino también, por qué no, nuestra vida con ojos nuevos,
dando oportunidad a los acontecimientos para que hablen desde diferentes
ángulos.
El recorrido desde Pego al
Vergel por el carril bici es posiblemente el que más veces he realizado y el
otro día cuando el viento de poniente me impedía avanzar por esa recta de cinco
kilómetros hacia Pego, me preguntaba: ¿por qué todos los días son distintos? Con
lo fácil que sería todos iguales, y así todo iría rodado, sin contratiempos de
frio, lluvia o calor… pues las dificultades aparecen por esas diferencias, pero
también es donde brillan las grandezas.
Desde luego hay que estar
agradecido por la originalidad de cada día y por la posibilidad de crear nuevas
sensaciones sin casi hacer nada. Igual que las personas no somos iguales tampoco
lo son los días, cada uno distinto, cada uno con sus particularidades, pero
entre todos nos regalan una vida completa, donde tenemos de todo.
Qué aburrida es la vida cuando
buscamos que un día sea igual al anterior, o cuando recorremos los mismos caminos
sin parar. Cada día es único y lo debemos aceptar como es y como lo encontramos,
acogiéndolo y disfrutándolo con ojos nuevos.
He descubierto que no se
necesita mucho esfuerzo, con un suave dejarse llevar es suficiente para que cada
día vaya dejando su marca. No se precisa que nos impacte con grandes
sensaciones, como un huracán de experiencias sino con “la suave brisa”. Podría
mostrarse espectacular al despertar, pero no pasa nada si prefiere presentarse
silencioso y paciente, porque seguro de que, con un solo roce de nuestra
voluntad nos marcará para siempre.
Al nuevo día no hay que
imponerle nada, sino que cuando llega hay que abrirle la puerta y esperar.
¡Pero no espera de brazos cruzados! Hay que interesarse por él, y ver como va
poniendo miles de pequeños regalos a lo largo de toda la jornada queriendo
llamar nuestra atención, sorprendernos… rozarnos.
Nuestro desafío de cada día es buscar unos
ojos nuevos para poder descubrir a nuestro lado, en todo lo que hacemos una
marca distinta, esta ahí. No se necesita que sea muy grande, sino que puede ser
un ligero “roce” en cualquier lugar. Lo que si que se necesita es poner mucho
Amor en la búsqueda.
Que pases un feliz día
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