“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Como todos los lunes voy con prisas, el fin de semana
ha pasado ajeno al ajetreo del día a día, rompiendo como siempre el ritmo de
los acontecimientos y convirtiéndose en una isla donde todo se detiene a la
espera del lunes.
Hay que ponerse al corriente de lo que ha sucedido,
volver a las tareas cotidianas que nos llevan a repasar la prensa nacional e
internacional para intentar averiguar hacia dónde se dirige este mundo que tan
herido está. Hay que volver a encontrarse con todas esas iniciativas que están dando
un marco legal a unas supuestas demandas sociales para que con el paso del
tiempo las generen.
Ahora, muchos de vosotros empezareis a pensar que
nos encontramos ante iniciativas tan excéntricas, que difícilmente van a tener
incidencia en nuestras vidas. Pero, por desgracia, la experiencia nos está
diciendo que no es así. A lo que asisto no es otra cosa que a elevar la propia
voluntad a niveles desorbitados. Más exactamente, tendría que decir, del
“deseo”, que a decir verdad no es lo mismo que la voluntad.
Pero, no quisiera ir hoy por ese camino, quisiera llamar
la atención sobre esa cantidad de noticias falsas que se dan, sobre todo sobre la
cavid-19 que llenan las redes sociales. También a esas teorías conspiratorias
que ofrecen explicaciones simplistas para hacernos comprender acontecimientos
complejos que nos generan una gran incertidumbre y ansiedad y, que por ello son
tan seductoras de inventar y reproducir en estos tiempos de crisis.
Es mucho más fácil si todo lo
que está sucediendo es parte de un plan, sea de parte de Dios, de los “Illuminatti”,
de la Masonería, del demonio, de los extraterrestres o de un grupo de magnates
que dominan la tierra en las sombras. Si es así, todo es más fácil de entender.
Como cada vez nos gusta más la
rapidez en la información, la brevedad y las cosas lo más simples posible, van
desapareciendo los matices. Se provoca la necesidad de crear relatos simples,
donde los males tienen una sola causa y donde el enemigo está perfectamente
identificado y es el culpable de todo. La pereza para pensar al final simplifica
la realidad.
Es curioso, pero empezamos a
sospechar de casi todo. Sospechamos de nuestras raíces y tradiciones, de la
ciencia y las instituciones, y todo esto hace que se abra la puerta a una gran
ingenuidad y credulidad que permiten discursos que simplifican los problemas,
sin importar la fuente. Si alguien habla mal de las voces “oficiales”, debe
tener razón, se piensa.
Hay artículos y declaraciones
de personas diciendo que una vacuna “va a modificarnos genéticamente”, o que
“van a instalarnos un microchip para controlarnos”, o promoviendo el consumo de
sustancias tóxicas como la supuesta cura del covid-19 e incluso de cualquier
otra enfermedad.
Y es que, en momentos críticos
y complejos, que todo tenga una explicación sencilla da tranquilidad y se
construye fácilmente un enemigo identificable. Además, estas teorías ahora
pueden amplificarse a través de las redes sociales, llegando a un público
impensable hace tan solo unas décadas.
No me debo olvidar de todos
los relatos con teorías extraterrestres, profecías astrológicas, y una
conspiración global que incluiría al Vaticano, la Masonería y la OMS. La
inmanejable cantidad de información falsa que circula en las redes sociales,
sobre los temas más variados, permite que se llene de contenidos delirantes
presentados como la última investigación científica o la revelación de un
secreto que “los poderosos del mundo no quieren que se sepa”.
No voy a negar la existencia
de personas y grupos que se benefician de desgracias ajenas, ni de la
existencia de organismos internacionales que presionan a los Estados con
determinadas políticas públicas, ni de que existan agendas que quieren
imponerse. Pero eso no es evidencia de una conspiración mundial de dimensiones
apocalípticas.
Los constructores de las teorías
de los complots entienden que todos los acontecimientos aparentemente
imprevistos fueron cuidadosamente preparados por personas que viven en las
sombras, organizando la historia como un verdadero complot. Siempre el relato
será fácil de explicar, encontrando analogías con otras historias, coincidencias
extrañas y siempre se hace en forma reduccionista, porque todo se reduce a
pocos elementos ocultos y simples, que solo un pequeño grupo de valientes sale
a comunicar. Pero obviamente ya anuncian que “no les van a creer”.
Aunque los complots existen,
la historia de la humanidad no es la historia de un plan programado donde todos
están involucrados como dominadores y el resto como ciegos que no saben que son
manipulados.
Lo que es cierto es que es
mucho más atractivo pensar que la historia se explica mediante grandes complots
que hacer el duro trabajo de comprender la complejidad de los hechos que no
responden a una sola causa. Los conspiranoicos quieren creer sus teorías y todo
lo que vean o escuchen les confirmará su versión conspirativa.
Ejemplos abundan y los podemos
encontrar en todos los sitios, y, lo que parece claro es que somos bombardeados
con tanta información superflua que ya no nos queda tiempo para pensar con un
cierto nivel de reflexión y análisis crítico.
Buenos Días.
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