viernes, 18 de diciembre de 2020

La barbarie está consumada y legalizada.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Ayer fue un día triste, lo fue al menos para mí, pues 198 diputados del Congreso votaron a favor de la Ley de Eutanasia y dos se abstuvieron. Estoy decepcionado por esa decisión, ya se que muchos, y por lo que veo son una mayoría suficiente, han decidido inventar y otorgar ese derecho a todos los españoles, evitando que la eutanasia sea perseguida como delito y sugiriendo además que así han conseguido que una parte de la sociedad pretenda imponer a otra parte su propia moral o religión.

Pero yo veo en todo esto un gran disparate y no encuentro el nombre, estoy ahora muy “espeso”, con el que denominar a estas personas que permiten matar a las personas, es curioso que no se permita la pena de muerte y si la eutanasia.

Según lo yo lo veo la defensa de la dignidad de la persona y de sus derechos, incluido el primero de ellos, que es el derecho a la vida, ha de ser el fin primero de la sociedad y del Estado, pues de lo contrario la institucionalización por la sociedad del poder público y los instrumentos de este, como el Derecho, no serían más que expresión de violencia al servicio de la pura fuerza.

Defender la vida frente a la eutanasia (como frente al aborto provocado) no es una postura religiosa, sino humanista, aunque en ella puedan coadyuvar motivos religiosos en el caso de los creyentes.

Ya veo que muchos no lo entienden así, pero yo pienso que las sociedades y los Estados tienen obligación de poner los medios, también los jurídicos, para que no se mate a seres humanos y, por tanto, también para que no se practique la eutanasia, que es una forma de matar; del mismo modo que tienen obligación de poner los medios para que no se asesine, se viole o se robe. Cuando el Estado prohíbe y sanciona la violación no está defendiendo la moral católica de forma intransigente frente a otras opiniones, aunque coincida con la moral católica en que la violación debe ser rechazada. Lo mismo sucede respecto a la eutanasia.

¿Qué va a pasar ahora? Pues que los poderes públicos no perseguirán ni castigarán a quienes maten a otros en los supuestos eutanásicos, porque han admitido la legitimidad de la violencia y la pura fuerza como un criterio regulador de la relación entre particulares.

En fin, día triste el de ayer, aunque la eutanasia seguirá siendo lo que realmente es: el acto por el que un ser humano da muerte a otro. Y este acto – aunque se haga con el beneplácito de las leyes – es intrínseca y esencialmente reprobable, como lo es discriminar a la mujer respecto al hombre en Irak, o torturar y matar judíos en la Alemania nazi. El que las leyes y los poderes públicos amparen conductas contrarias a la dignidad humana no hace a tales conductas lícitas, sino a tales leyes rechazables e ilegítimas por inhumanas.

Mucho hay que escribir aún sobre este tema, pues aún tardará unos meses en ponerse en práctica y entonces se consumara, para mí, el hecho de que nuestra sociedad se encuentra en un estado deplorable y que me encuentro ante un paisaje en que se me antoja ruinoso y abyecto, y todo en nombre de una pretendida sociedad avanzada.  

La barbarie está consumada y legalizada. La eutanasia es la máxima expresión de nuestra incapacidad de comprender y aceptar el sufrimiento, ofreciendo la felonía perturbadora de poder salir de la vida para hacerla soportable. Ya se puede de un modo más sofisticado estrangular a los ancianos, tomar ese veneno que nos devuelve al paraíso y celebrarlo entre risas y aplausos. Sigue vigente el aserto de Dostoievski: “Si Dios no existe, todo está permitido”, los juicios sobre lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, ya no tienen ninguna validez universal y objetividad.

En fin, si mañana me encuentro más calmado volveré al espíritu Navideño.

Buenos días.

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