“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Estrenamos el domingo pasado una
nueva combinación de recorridos, para formar un nuevo circuito, tal vez sea ya
una de las últimas oportunidades para estrenar un trayecto nuevo en esa
excursión que realizamos los fines de semana.
Sentimos por primera vez con
la bicicleta el frío del invierno que ya se nos está echando encima, las bajadas
fueron frescas y tuvimos que abrigarnos. Y, aunque se dice que; “las bicicletas
son para el verano” y los mediterráneos somos más de temperaturas templadas, se
puede circular perfectamente en la “millor terreta del mon” durante todo el
año.
Como siempre la distancia estuvo
alrededor de los 100 kilómetros y cruzamos la friolera de 18 pueblos: Vall de
Ebo, Castell de Castells, Facheca, Famorca, Tollos, Benimassot, Balones, Gorga,
Millena, Almudaina, Benialfaquí, Planes, Patró, la Carroja, Benisiva, Beniali,
la Adsubia y Pego. Y los cruzamos en ese orden, todo un viaje de cicloturismo.
Solemos decir que “al mal
tiempo buena cara”, aunque tengo que decir que el tiempo meteorológico no nos
impide circular en bicicleta casi nunca y que no hace falta por eso poner mala
cara cuando la temperatura baja de los 15 grados o el sol nos deja a solas con
las nubes, salvo por las famosas “gotas frías” siempre tenemos buena cara los
ciclistas de esta zona del mundo.
Lo he dicho ya en alguna
ocasión un viaje en bicicleta tiene muchas similitudes con la vida, y al igual
que en esta se tiene que tener una razón para vivir y viajar, el ciclista como
la persona debe saber convertir todas las cosas duras de la vida en algo bueno,
algo positivo, tener esperanza, confiar y esforzarse por mantener un ambiente
de armonía en todas las facetas de su vida.
Pero ¡qué duro debe ser que tengamos
mal tiempo fuera, nos tengamos que quedar en casa y que el corazón esté
congelado, hecho hielo, también! Malo es tener frío fuera y frío por dentro, y
es que la desesperanza es como el hielo que congela día a día los restos de
confianza a los que nos agarramos para seguir viviendo. ¡Qué hielo tan duro, es
el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la soledad!
Necesitamos no solo que salga el
sol fuera y que nos anime a coger la bicicleta, sino que necesitamos que salga
el sol dentro de nosotros mismos, el sol de la esperanza, del amor, del
optimismo, de la paz interior; tenemos que forzarnos a nosotros mismos y, antes
que nada, obligarnos a creer que el sol puede salir en nuestra vida.
Tenemos, en estos tiempos,
motivos para quejarnos, pero no desesperarnos por todo. El que se desespera de
todo, puede tener muchas razones y excusas, pero también algo de culpa porque
penas, sufrimientos, apuros económicos, contratiempos, están repartidos en la
vida de todos, pero ahí está también la mente, nuestra mente, para buscar
soluciones a los problemas, y unos la usan y otros no.
Ahí están nuestras manos para hacer
cosas, y unos les dan uso y otros no, ahí está nuestra fe que sí ayuda a los
que confían, pero unos la invocan y otros le dan la espalda; ahí están las
oportunidades que ofrece la vida, pero unos las buscan y otros se excusan
diciendo que nada se puede hacer.
El buen tiempo y la esperanza van
a estar ahí y de hecho están en la vida de todos los que se fuerzan a sí mismos
a creer en su fe y en sí mismos, a luchar por salir adelante a pesar de todo.
Buenos Días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario