miércoles, 2 de diciembre de 2020

Frío solo por fuera.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Estrenamos el domingo pasado una nueva combinación de recorridos, para formar un nuevo circuito, tal vez sea ya una de las últimas oportunidades para estrenar un trayecto nuevo en esa excursión que realizamos los fines de semana.

Sentimos por primera vez con la bicicleta el frío del invierno que ya se nos está echando encima, las bajadas fueron frescas y tuvimos que abrigarnos. Y, aunque se dice que; “las bicicletas son para el verano” y los mediterráneos somos más de temperaturas templadas, se puede circular perfectamente en la “millor terreta del mon” durante todo el año.

Como siempre la distancia estuvo alrededor de los 100 kilómetros y cruzamos la friolera de 18 pueblos: Vall de Ebo, Castell de Castells, Facheca, Famorca, Tollos, Benimassot, Balones, Gorga, Millena, Almudaina, Benialfaquí, Planes, Patró, la Carroja, Benisiva, Beniali, la Adsubia y Pego. Y los cruzamos en ese orden, todo un viaje de cicloturismo.

Solemos decir que “al mal tiempo buena cara”, aunque tengo que decir que el tiempo meteorológico no nos impide circular en bicicleta casi nunca y que no hace falta por eso poner mala cara cuando la temperatura baja de los 15 grados o el sol nos deja a solas con las nubes, salvo por las famosas “gotas frías” siempre tenemos buena cara los ciclistas de esta zona del mundo.

Lo he dicho ya en alguna ocasión un viaje en bicicleta tiene muchas similitudes con la vida, y al igual que en esta se tiene que tener una razón para vivir y viajar, el ciclista como la persona debe saber convertir todas las cosas duras de la vida en algo bueno, algo positivo, tener esperanza, confiar y esforzarse por mantener un ambiente de armonía en todas las facetas de su vida.

Pero ¡qué duro debe ser que tengamos mal tiempo fuera, nos tengamos que quedar en casa y que el corazón esté congelado, hecho hielo, también! Malo es tener frío fuera y frío por dentro, y es que la desesperanza es como el hielo que congela día a día los restos de confianza a los que nos agarramos para seguir viviendo. ¡Qué hielo tan duro, es el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la soledad!

Necesitamos no solo que salga el sol fuera y que nos anime a coger la bicicleta, sino que necesitamos que salga el sol dentro de nosotros mismos, el sol de la esperanza, del amor, del optimismo, de la paz interior; tenemos que forzarnos a nosotros mismos y, antes que nada, obligarnos a creer que el sol puede salir en nuestra vida.

Tenemos, en estos tiempos, motivos para quejarnos, pero no desesperarnos por todo. El que se desespera de todo, puede tener muchas razones y excusas, pero también algo de culpa porque penas, sufrimientos, apuros económicos, contratiempos, están repartidos en la vida de todos, pero ahí está también la mente, nuestra mente, para buscar soluciones a los problemas, y unos la usan y otros no.

Ahí están nuestras manos para hacer cosas, y unos les dan uso y otros no, ahí está nuestra fe que sí ayuda a los que confían, pero unos la invocan y otros le dan la espalda; ahí están las oportunidades que ofrece la vida, pero unos las buscan y otros se excusan diciendo que nada se puede hacer.

El buen tiempo y la esperanza van a estar ahí y de hecho están en la vida de todos los que se fuerzan a sí mismos a creer en su fe y en sí mismos, a luchar por salir adelante a pesar de todo.

Buenos Días.

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