viernes, 11 de diciembre de 2020

Sonreír a la vida.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Nos sucede o nos debería de suceder que por el mero hecho de ser personas sentimos la necesidad a interpelarnos y a interpelar la realidad que nos rodea, y para eso tenemos que ser capaces de sentir admiración por todo. Sin esa admiración la vida se convierte en algo anodino y termina perdiendo una parte de su sentido.    

En realidad, no es la vida quien enseña, lo que realmente nos enseña es la lectura que nosotros hagamos de ella. No basta con ver las cosas que nos rodean, es necesario mirarlas bien para averiguar ese algo nuevo que siempre llevan consigo y, hay que tener una sensibilidad bien desarrollada junto con un alma joven para mantener el espíritu alerta ante esos detalles con que la realidad nos sorprende cada día.

Es necesario también aprender a estar continuamente admirándonos de las personas. No estoy diciendo que se tenga que ser ingenuo ni tener una visión de la vida bobalicona, se trata de ver con buenos ojos a la gente. Todas las personas tienen aspectos positivos y hay que buscarlos y fijarnos en ellos, así tendremos la oportunidad de admirarlos, y con ello, les haremos y nos haremos mucho bien.

¿Y qué problemas nos encontramos para admirar a una persona que conocemos? El primer obstáculo puede ser la costumbre, el hábito de tratarla continuamente, de tener una relación diaria con ella que incapacita —si uno no se resiste a él— para ver en la otra persona cualquier cosa que no sea lo que sabemos y conocemos: adivinamos sus contestaciones, le presuponemos determinadas actitudes, damos por supuesto ciertos comportamientos, no contemplamos la posibilidad de que el otro cambie y actúe de forma distinta a la prevista, no le damos ninguna posibilidad de cambio.

Otro inconveniente con el que nos podemos encontrar que también puede resultar interesante es una tendencia a infravalorar a las personas; o anteponer siempre sus acciones pasadas a las presentes, y tener más en cuenta lo que era que lo que es; o fijarnos y recordar más los aspectos negativos que los positivos.

De ahí que encontremos en la rutina uno de los factores que más nos arrastran a desencantarnos de la vida. Nos tenemos que preparar contra el desencanto, el acomodamiento y la rutina, y en esa preparación se tiene que poner en marcha la ilusión por vivir. La vida muchas veces se nos presenta alegre y divertida, pero en otras muchas ocasiones hemos de ser nosotros, con nuestros conocimientos interiores, quienes tenemos que dar un sentido positivo a lo que en un primer momento no lo tiene.   

Se que es complicado, pero tenemos que ser capaces de empezar cada día con una visión nueva, de sorprendernos ante las cosas que nos son muy familiares, pero que no por eso dejan de mostrarse como recién estrenadas. Con demasiada facilidad se dan por supuestas las cosas, y tendría que ser al revés: no dejar nunca de preguntarse por nuestro mundo cotidiano. La vida debe ser vista por unos ojos que sepan descubrir en lo que ya es conocido una novedad que nos ilusione.

Pero, esa capacidad interior para ver no se improvisa, sino que hay que conquistarla después de una larga lucha llena de dificultades, pero una vez conquistada nos alegrara toda nuestra existencia.

Puede parecer que estar alegres ante la vida, ver la vida con ilusión y estar contentos con ello, sentir autoestima por cómo entendemos la vida sea enorgullecerse de lo que hemos conseguido, pero no es así. Enorgullecerse no es el objetivo, claro está, de la autoestima. Pero ser agradecidos de la propia vida, eso sí. El que agradece, disfruta con la realidad agradecida.

Quien es capaz de sonreír a la vida, la vida termina sonriéndole. La felicidad resulta que no está en disfrutar de situaciones especiales, sino en poseer una buena disposición de ánimo. Está en nuestro interior la clave de la felicidad. Esto es necesario que se repita una y otra vez, porque obsesivamente tendemos a buscar la felicidad fuera de nosotros, y por muchos que sean los esfuerzos no la encontraremos, por el simple hecho de que no está ahí.

Buenos días.

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