“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Otro domingo ciclista el del fin de semana
pasado, con dos puertos, el de Rates y el de Sa Creueta como los puntos más
elevados a los que hay que añadir el del Pilaret y el Orba, que, aunque de
menor altitud y dificultad están ahí, y, todos ellos acompañados sobre todo de
nuestro peor enemigo, al menos lo es para mí, el viento.
Aunque pensándolo bien, tal
vez el peor enemigo fuimos nosotros mismos por salir en bicicleta con el viento
que hacía, me olvidare de este último razonamiento y voy a mantenerme con la
opinión que nuestro mayor enemigo es y fue viento.
Viento habrá para el ciclista,
aunque sea el provocado por nuestra velocidad, pero lo que incomoda es el
viento de cara o el lateral, me molesta el de cara, me asusta el lateral y amo
el de espalda. Se podría escribir y hablar mucho entre la relación de amor odio
que existe entre los cicloturistas y el viento, pero solo un dato, contra todos
los demás posibles enemigos del cicloturista podemos hacer algo, si hace frío
nos abrigamos con trajes largos y térmicos, con el calor trajes fresquitos y
estar bien hidratados, y con la lluvia siempre que no sea un temporal lo mismo,
un buen material y a devorar kilómetros, solo con el viento no hay nada que
hacer y no queda más remedio que sufrirlo.
Como ciclistas conocemos
bastante bien cuál es nuestro peor enemigo y conocemos cómo manejarnos con él,
pero como personas ya no lo tenemos tan claro, o tal vez sí.
¿Hay alguno que nos diga cuál
es el peor enemigo con el que se tiene que luchar para conseguir que nos vaya
bien en la vida?
Pues, muchas personas dicen, que
el peor enemigo con el que nos podemos enfrentar no es otro que el TIEMPO. Si
tienen razón deberíamos de intentar convertirlo en nuestro aliado y creo que
para ello no nos queda más remedio que hacer uso de la CONSTANCIA.
Pero: ¿Por qué el tiempo es el
peor enemigo? Pues, porque es un enemigo seductor. Silencioso, jamás alza la
voz. Nunca nos declara la guerra ni presenta batalla abiertamente. Se limita a
esperar, y, sin darnos cuenta, lo ha destruido todo, lo ha corroído todo, lo ha
pulverizado todo. Ante él no han valido ni los buenos propósitos, ni las
promesas más firmes.
El tiempo que nos está esperando,
¿va a ser más fuerte que nosotros? Creo que no, en modo alguno.
Lo que nos sucede es que cómo
siempre comenzamos bien muchas de las cosas que hacemos. No hay actividad,
profesión o afición que no la empecemos llenos de ilusión. Pero viene después
el cansancio fatal, el tiempo paciente y destructor. Nos vence poco a poco la
desgana y no realizamos el esfuerzo necesario para mantener viva cada día esa
ilusión.
Tenemos un sueño, un deseo que
cumplir y que tenemos que ir preparando, acondicionando poco a poco. ¿Cómo es
que ahora se está desmoronando? Porque le faltó cada día ese dominar los malos
momentos, ver las soluciones a pequeños inconvenientes y mantener viva la
ilusión.
Y así en mil cosas más.
Por esta razón hemos de contar
con esa virtud humana que se llama constancia, la cual se encarga, con esfuerzo
y paciencia, de vencer poco a poco al tiempo tan tranquilo y astuto.
Se dice muchas veces que: “Empezar
es de todos. Acabar, de pocos”. Y estos pocos son los que le presentan cara al
tiempo, y lo vencen no con violencia, sino oponiéndole cada día un poquito de
esfuerzo en los puntos que se presentan más débiles.
Como la gota agua, tan débil,
pero que agujera la piedra no por su fuerza, ni con violencia, sino cayendo
muchas veces. Esta regla no tiene excepciones. El que persiste en una cosa,
triunfa.
Por lo tanto, debemos ser
constantes y, el tiempo, que era nuestro enemigo, se convierte en el cómplice
de nuestro triunfo.
En fin, a insistir.
Buenos Días.
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