jueves, 24 de diciembre de 2020

¿Qué tenemos que aprender?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

La superación de un problema nos suele llevar a ser mejores, es el conocido axioma que nos dice: “lo que no mata, engorda”. Aunque no siempre se cumple. Sin embargo, sucede que llega esa dificultad y no aprendemos nada. Espero que este mal momento por el que estamos pasando, la covid-19, nos enseñe algo y que nos haga mejores.

Me gustaría que esta pandemia nos enseñará algo que nuestros padres no necesitaron que les enseñaran, sino que ya conocían a través de su día a día; esto es, que no eran invulnerables, que no estaban exentos de las enfermedades y de la muerte. Resumiendo, todo lo que nuestra sociedad puede ofrecernos sobre tecnología, medicina, nutrición y seguridades de todo tipo no nos exime de ser frágiles y vulnerables. La Covid-19 nos ha enseñado eso. Igual que todos los demás hombres que alguna vez han pisado la tierra, nosotros también somos vulnerables.

Tengo la edad suficiente para haber conocido a una generación, mis abuelos, donde la gente vivía con miedo, no todo sano, pero sí todo real. La vida era frágil. Dar a luz a un niño podía significar una muerte. Una gripe o cualquier virus podía matarlos, y tenían poca defensa contra ello. Podían morir jóvenes de una enfermedad del corazón, cáncer, diabetes, mala higiene y docenas de otras cosas. Y la naturaleza misma podía representar una amenaza. Tormentas, huracanes, tornados, sequía, peste, rayo: todos ellos eran de temer porque estaban por lo general indefensos contra ellos. La gente vivía con una sensación de que la vida y la salud eran frágiles, que no debían ser dadas por supuestas.

Todo a mejorado en todos los sentidos, ha mejorado tanto que llegó una sensación cada vez más grande de que estamos a salvo, protegidos, seguros, diferentes a las anteriores generaciones, capaces de cuidar de nosotros mismos, ya no tan vulnerables como estaban las generaciones anteriores a nosotros.

Y eso es cierto, al menos en lo que se refiere a nuestra seguridad y salud física. De varias maneras, somos mucho menos vulnerables que las generaciones anteriores. Pero, como la Covid-19 ha puesto en claro, no estamos en un lugar totalmente seguro. A pesar de nuestras quejas y rechazos, no hemos tenido más remedio que aceptar que ahora vivimos como hicieron todos antes que nosotros, esto es, como incapaces de garantizar la propia salud y seguridad. Las horribles cosas que la Covid-19 nos ha hecho, han ayudado a desvanecer una ilusión, la ilusión de nuestra propia invulnerabilidad. Somos frágiles, vulnerables, mortales.

Ya se que esto puede parecer una cosa mala, y en cambio puede ser que no lo sea. Hemos estado durante demasiado tiempo viviendo volublemente una ilusión, que ahora sea desvanecido, hemos vivido creyendo que los problemas de las generaciones pasadas ya no tenían el poder de alcanzarnos. ¡Y qué equivocados estamos! Por todas las cosas buenas que nuestro mundo moderno y posmoderno pueda darnos, al final no puede protegernos de todo, aun cuando nos dé la sensación de que puede.

 La Covid-19 ha desvanecido una ilusión, la de nuestra propia invulnerabilidad. ¿Qué tenemos que aprender? En resumen, que nuestra generación debe ocupar su lugar junto a las otras generaciones, reconociendo que no podemos dar por supuesta la vida, la salud, la familia, el trabajo, la comunidad, el viaje, la recreación, la libertad de reunión y la libertad de culto. La Covid-19 nos ha enseñado que no somos el Señor de la vida y que la fragilidad es aún una parte de cada uno, aun en un mundo moderno y posmoderno.

Las generaciones anteriores, porque carecían de nuestro conocimiento médico, de nuestros médicos, de nuestros hospitales, de nuestros patrones de higiene, de nuestras medicinas, de nuestras vacunas y de nuestros antibióticos, sintieron existencialmente sus riesgos. Sabían que la vida y la salud no podían darse por supuestas. Nuestro mundo contemporáneo, por todas las buenas cosas que nos da, nos ha adormecido en términos de nuestra fragilidad, vulnerabilidad y mortalidad.

La Covid-19 es una llamada a despertarnos, no sólo al hecho de que somos vulnerables, sino especialmente al hecho de que no podemos dar por supuestos muchos de los preciados dones que tenemos como la salud, la familia y el trabajo.

Buenos días.

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