“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
La superación de un problema
nos suele llevar a ser mejores, es el conocido axioma que nos dice: “lo que no mata,
engorda”. Aunque no siempre se cumple. Sin embargo, sucede que llega esa dificultad
y no aprendemos nada. Espero que este mal momento por el que estamos pasando, la
covid-19, nos enseñe algo y que nos haga mejores.
Me gustaría que esta pandemia
nos enseñará algo que nuestros padres no necesitaron que les enseñaran, sino que
ya conocían a través de su día a día; esto es, que no eran invulnerables, que
no estaban exentos de las enfermedades y de la muerte. Resumiendo, todo lo que
nuestra sociedad puede ofrecernos sobre tecnología, medicina, nutrición y seguridades
de todo tipo no nos exime de ser frágiles y vulnerables. La Covid-19 nos ha
enseñado eso. Igual que todos los demás hombres que alguna vez han pisado la
tierra, nosotros también somos vulnerables.
Tengo la edad suficiente para
haber conocido a una generación, mis abuelos, donde la gente vivía con miedo,
no todo sano, pero sí todo real. La vida era frágil. Dar a luz a un niño
podía significar una muerte. Una gripe o cualquier virus podía matarlos, y tenían
poca defensa contra ello. Podían morir jóvenes de una enfermedad del corazón,
cáncer, diabetes, mala higiene y docenas de otras cosas. Y la naturaleza misma
podía representar una amenaza. Tormentas, huracanes, tornados, sequía, peste,
rayo: todos ellos eran de temer porque estaban por lo general indefensos contra
ellos. La gente vivía con una sensación de que la vida y la salud eran
frágiles, que no debían ser dadas por supuestas.
Todo a mejorado en todos los
sentidos, ha mejorado tanto que llegó una sensación cada vez más grande de que
estamos a salvo, protegidos, seguros, diferentes a las anteriores generaciones,
capaces de cuidar de nosotros mismos, ya no tan vulnerables como estaban las
generaciones anteriores a nosotros.
Y eso es cierto, al menos en lo
que se refiere a nuestra seguridad y salud física. De varias maneras, somos
mucho menos vulnerables que las generaciones anteriores. Pero, como la Covid-19
ha puesto en claro, no estamos en un lugar totalmente seguro. A pesar de nuestras
quejas y rechazos, no hemos tenido más remedio que aceptar que ahora vivimos
como hicieron todos antes que nosotros, esto es, como incapaces de garantizar
la propia salud y seguridad. Las horribles cosas que la Covid-19 nos ha hecho,
han ayudado a desvanecer una ilusión, la ilusión de nuestra propia
invulnerabilidad. Somos frágiles, vulnerables, mortales.
Ya se que esto puede parecer
una cosa mala, y en cambio puede ser que no lo sea. Hemos estado durante
demasiado tiempo viviendo volublemente una ilusión, que ahora sea desvanecido,
hemos vivido creyendo que los problemas de las generaciones pasadas ya no tenían
el poder de alcanzarnos. ¡Y qué equivocados estamos! Por todas las cosas buenas
que nuestro mundo moderno y posmoderno pueda darnos, al final no puede
protegernos de todo, aun cuando nos dé la sensación de que puede.
Las generaciones anteriores,
porque carecían de nuestro conocimiento médico, de nuestros médicos, de
nuestros hospitales, de nuestros patrones de higiene, de nuestras medicinas, de
nuestras vacunas y de nuestros antibióticos, sintieron existencialmente sus
riesgos. Sabían que la vida y la salud no podían darse por supuestas. Nuestro
mundo contemporáneo, por todas las buenas cosas que nos da, nos ha adormecido
en términos de nuestra fragilidad, vulnerabilidad y mortalidad.
La Covid-19 es una llamada a
despertarnos, no sólo al hecho de que somos vulnerables, sino especialmente al
hecho de que no podemos dar por supuestos muchos de los preciados dones que
tenemos como la salud, la familia y el trabajo.
Buenos días.
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