“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Ayer, después de la excursión
del domingo con la bicicleta preparé la casa para la Navidad, colgué en el balcón
la imagen del niño Jesús y lo ilumine un poco con luces de colores, y ahora,
cuando termine de dar estos “buenos días” plantaré el Belem.
Pensaba,
con pena, que se le tenga miedo a la celebración de estos días de Navidad.
Celebración que es básicamente religiosa, pero que sin duda también lo es
familiar. Por eso me gusta que la sociedad se una a esta celebración, con el
adorno de las calles y plazas, con reuniones sociales, con las comidas de Navidad
de empresas… etc., esto sirve de paso para subrayar que realmente son días
distintos, cargados de buenas relaciones humanas.
Si añadimos a todo lo anterior
que son días que están dedicados a la felicidad de los niños, aumenta el motivo
no para temer la Navidad, sino para desearla y disfrutarla. ¿Existe la
posibilidad de que, con las restricciones, sociales, sobre todo, e incluso en
las celebraciones religiosas, se pueda desear la Navidad y disfrutar de ella?
Por supuesto que sí.
Cuanto más se ahonde en lo que
implica el espíritu de la Navidad, con lo que supone de cambio en la visión de nuestra
vida y del ser humano, de forma más intensa vamos a desear celebrarla. Y ese
deseo, no hay pandemia que lo evite.
Sin olvidar lo que tiene la
Navidad de celebración familiar y social. Es necesario que, de alguna manera,
distinta de las concentraciones de personas, contraindicadas en este tiempo de pandemia,
se celebre lo que significa la familia, se viva el afecto mutuo, que es lo que
la constituye. Es necesario que socialmente nos veamos más cercanos unos de
otros. Y más sensibles a los que, por diversas razones, de pobreza, enfermedad,
soledad…, necesitan ver humanidad -la de Jesús en la Navidad- en quienes
comparten su existencia.
Si tenemos imaginación y
deseos de disfrutar y hacer disfrutar la Navidad, se puede conseguir una
auténtica y feliz fiesta. Y quizás de un modo más puro, sencillo y auténtico,
que el que ofrecen las grandes manifestaciones sociales.
Buenos Días.
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