“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Ya casi no tengo dudas de que los
que nos aferramos a opiniones y creencias que parecen en decadencia, y
defendemos las ya casi agónicas de la lejana época medieval, que si no pasa
nada excepcional pronto nos quedaremos solos en la protección del más
deteriorado de estos antiguos dogmas: la idea llamada democracia.
Hemos visto como nos ha
costado una generación, casi mi generación, en llevarla a la cumbre de su
triunfo, su aparente éxito, al fango de su frustración, su aparente fracaso. Hace
décadas, millones de españoles aceptaron la democracia sin saber el motivo.
Parece que, avanzado ya el siglo XXI, millones de españoles la están rechazando
sin conocer tampoco la razón. Parece ser que de esta manera así de lógica,
recta y sin vacilaciones, avanza la mente del ser humano por el camino del
progreso.
En estos días la democracia está
siendo atacada y, lo que, es más, atacada injustamente. Hay una prueba muy fácil
para determinar si es así; consiste en hacer lo que no está haciendo parece ser
nadie, plantear algún merito moral para los partidos que nos representan. La
esencia de la democracia es muy simple y, como escribió Jefferson, evidente. Si
diez hombres naufragan juntos en una isla desierta, su comunidad la compondrían
ellos, su bienestar la razón de estar juntos, y en circunstancias generales la
voluntad colectiva sería la ley. ¿Si por su carácter no están capacitados para
autogobernarse, quién de ellos puede decir que, por su forma de ser, debe
gobernar a los demás?
Decir que gobernará el más
listo o el más valiente es eludir la cuestión. Si emplean sus cualidades a
favor de la comunidad, destilando agua, buscando comida o planeando
expediciones, están al servicio de los demás. Que serían, en este sentido, sus
gobernantes. Si emplean sus capacidades contra los demás, atacando su libertad
o su dignidad como personas ¿Por qué debería el resto tolerarlo? ¿Hasta qué
punto es probable que lo hagan?
En un ejemplo tan sencillo,
todo el mundo ve el fundamento popular del sistema, y las ventajas del gobierno
por consenso. Lo lógico es que la democracia busque el bien de esa comunidad de
náufragos. El problema con la democracia es que, ahora, raramente surge un caso
así. En otras palabras, el problema con la democracia no reside en ella. Reside
en ciertas cosas, artificiales y antidemocráticas, que, de hecho, han surgido
en estos días para frustrar y destruir la democracia.
La modernidad no es
democracia. El tejido industrial no es democracia. Dejar todo en manos del
comercio y el mercado no es democracia. El capitalismo no es democracia. Esta
más bien en contra de la democracia por su sustancia y sus tendencias.
Puede defenderse que el ideal
democrático es demasiado optimista como para triunfar. Lo qué no se puede
mantener es que lo que fracasó es el mismo que las cosas que triunfaron. En la
práctica, la democracia lo tiene todo en contra y de hecho puede decirse que,
en la teoría, también hay algo contra ella. Podría decirse que la naturaleza
humana esta contra ella. De hecho, es seguro que el mundo moderno lo está.
El siglo pasado no sido una
época adecuada para hacer experimentos con la democracia, lo habrían sido mucho
mejor las antiguas condiciones; la vida en las mansiones feudales no era
democrática, pero se podía haber convertido más fácilmente. La vida de los
campesinos del medievo podría haberse convertido muy fácilmente en democrática.
Lo que es horrorosamente difícil es convertir el moderno capitalismo industrial
en democrático.
De ahí que empecemos a pensar
que el ideal democrático no esta activo ahora mismo. Es lo que creo ahora. Yo,
me quedo con el ideal democrático, que es al menos un ideal y por lo tanto una
idea, antes que con lo que nos está sucediendo, que no es más que actualidad y
por lo tanto ya es historia pasada.
Me he dado cuenta de que una
parte muy representativa de nuestra sociedad con sus partidos políticos ya se
está apresurando en abandonar este ideal. Aunque tengo que decir, estos
partidos políticos nunca tuvieron mucha fe en el gobierno por y para el pueblo,
no creían en la democracia que pedían contra la monarquía o la Iglesia. Yo sí y
sigo creyendo en ella. Pero prefiero invocarla contra engreídos y pedantes. Aún
creo que sería el gobierno más humano si pudiese ponerse en práctica en otra
época menos inhumana.
En fin, que el problema de esta
sociedad tan inhumana, donde las relaciones entre las personas son cada día
menos directas, intentamos aplicar la idea más directa que existe. La democracia,
una idea simple, es aplicada inútilmente a una sociedad compleja hasta la locura.
No me sorprendente que una idea tan visionaria se haya desvanecido de nuestro
entorno. A mí me gusta la idea, pero tiene que haber de todo en este mundo. Y
de hecho hay personas, que viven y pasean tranquilas por las ciudades, a las
que parece gustar el entorno que tienen.
Buenos Días.
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