“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Hoy ya me encuentro con una
temperatura de 24 grados, lo que tristemente o alegremente, nos indica que nos
espera otro día de verano, tal vez el último o de los últimos.
Me parece que ayer no deje bastante
claro que la transparencia y la discreción son dos cualidades que a primera
vista parecen opuestas, pero que, si profundizamos en ellas, no es difícil descubrir
que son dos virtudes que estrictamente se exigen la una a la otra.
Estoy seguro de que si pensamos un poco todos
encontraremos muchos ejemplos en los que se incurren en peligrosas
indiscreciones para aparentar una transparencia de la que carecen o para lograr
un protagonismo que no merecen.
Hay que defender la transparencia porque se es una
persona discreta, esto es, porque se tiene la capacidad de discernir el alcance
que puede tener lo que sabemos. Hay que estar enamorado de la verdad, estar
comprometido en la búsqueda de las verdades realmente decisivas. Sabemos que no
debemos ni podemos mentir y quizá por eso muchas veces debemos optar
discretamente por el silencio.
Ya se, lo se, que la norma primera es la de decir
siempre la verdad, sabiendo que ese principio no equivale a decir toda la verdad
o todas las verdades en todo momento, lo que sería muy cansado, ni tampoco
equivale a tener que decírsela constantemente a todo el mundo, lo que resultaría
insoportable, además de injusto en algunos casos.
Cuando no pueda decirse la verdad o toda la verdad,
porque ésta resulte hiriente, porque no puedan entendernos o no quieran
escucharnos, o simplemente porque no tengamos derecho a decirla, si no daña a
nadie, lo sabio es optar por el silencio. Esto requiere un esforzado
aprendizaje y, sobre todo, una gran humildad.
Feliz y Dulce Día.
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