“Podemos creer lo que queramos. Somos responsables de aquello en que elegimos
creer.” (J.H. Newman)
Aunque sea a “toro pasado” voy
a felicitar a Maribel; ¡FELICIDADES!
He perdido la costumbre de
visitar el calendario para ver el santoral, y eso produce muchas veces ausencias
y retrasos en desear que se pase un buen día. A pesar de que nos encontramos en una época
en que sobreabunda el sentimentalismo, y eso que muchas veces nos las
demos de vivir en una sociedad científica y racional.
Alguna vez lo habré dicho, el
sentimentalismo consiste en sobreponer los sentimientos a la razón. Aristóteles
lo advertía ya hace 24 siglos como una anomalía en las cortes de justicia griegas.
Es un tema difícil de entender este del
sentimentalismo, por ejemplo; este sentimentalismo falsifica el amor. Por este
sentimentalismo se reduce el amor a mero afecto, incluso a mero deseo. Quien
verdaderamente ama no se queda en disfrutar sentimientos bonitos. Quien
verdaderamente ama procura el bien del ser amado, sienta maripositas en el
corazón o no. El verdadero amor exige generosidad y servicio hacia los demás.
Exige incluso sacrificios. Sin ellos, no hay amor.
Voy a ser un poco más concreto; el sentimentalismo
ha falsificado tanto el amor que su opuesto se identifica con un sentimiento,
el odio. Y ya supondréis a donde nos lleva el odio, pero lo que se opone de
lleno al amor no es el odio sino el egoísmo. El egoísta en vez de dar quiere
todo para sí, quiere que le sirvan. Ojo,
algunos que se dicen enamorados, cegados por los deseos de sentirse amados, en
vez de amar pueden ser unos simples egoístas: “¡Quiero que me amen a míííííí!”
Un poco más, el sentimentalismo incluso confunde la
felicidad con el contento. El contento es un sentimiento de gozo y alegría que
sigue del conseguir lo que uno quiere o lo que uno le place. Puede uno
obtenerlo aun con deleites ilícitos. En cambio, la felicidad consiste, con
sentimientos o no, en autorrealizarse. Y autorrealizarse consiste en crecer en
la perfección.
Os he contado todo esto no por ser enemigo de los
sentimientos o de las emociones. De hecho, me gustan. Pero ni los sentimientos
ni las emociones, algo subjetivo, debemos confundirlas con los hechos, con la
realidad, a la cual debemos acercarnos con la razón, y tenemos que llegar a descubrir
en esa realidad misma los valores del bien, la verdad y la belleza.
El problema que me encuentro es que para todo eso las
ciencias modernas no están preparadas, pues son ciegas a los valores.
Feliz y Dulce Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario