jueves, 13 de septiembre de 2018

Jueves 13 de septiembre de 2018.

“Podemos creer lo que queramos. Somos responsables de aquello en que elegimos creer.” (J.H. Newman) 


Aunque sea a “toro pasado” voy a felicitar a Maribel; ¡FELICIDADES!
He perdido la costumbre de visitar el calendario para ver el santoral, y eso produce muchas veces ausencias y retrasos en desear que se pase un buen día. A pesar de que nos encontramos en una época en que sobreabunda el sentimentalismo, y eso que muchas veces nos las demos de vivir en una sociedad científica y racional.
Alguna vez lo habré dicho, el sentimentalismo consiste en sobreponer los sentimientos a la razón. Aristóteles lo advertía ya hace 24 siglos como una anomalía en las cortes de justicia griegas.
Es un tema difícil de entender este del sentimentalismo, por ejemplo; este sentimentalismo falsifica el amor. Por este sentimentalismo se reduce el amor a mero afecto, incluso a mero deseo. Quien verdaderamente ama no se queda en disfrutar sentimientos bonitos. Quien verdaderamente ama procura el bien del ser amado, sienta maripositas en el corazón o no. El verdadero amor exige generosidad y servicio hacia los demás. Exige incluso sacrificios. Sin ellos, no hay amor.
Voy a ser un poco más concreto; el sentimentalismo ha falsificado tanto el amor que su opuesto se identifica con un sentimiento, el odio. Y ya supondréis a donde nos lleva el odio, pero lo que se opone de lleno al amor no es el odio sino el egoísmo. El egoísta en vez de dar quiere todo para sí, quiere que le sirvan.  Ojo, algunos que se dicen enamorados, cegados por los deseos de sentirse amados, en vez de amar pueden ser unos simples egoístas: “¡Quiero que me amen a míííííí!”
Un poco más, el sentimentalismo incluso confunde la felicidad con el contento. El contento es un sentimiento de gozo y alegría que sigue del conseguir lo que uno quiere o lo que uno le place. Puede uno obtenerlo aun con deleites ilícitos. En cambio, la felicidad consiste, con sentimientos o no, en autorrealizarse. Y autorrealizarse consiste en crecer en la perfección.
Os he contado todo esto no por ser enemigo de los sentimientos o de las emociones. De hecho, me gustan. Pero ni los sentimientos ni las emociones, algo subjetivo, debemos confundirlas con los hechos, con la realidad, a la cual debemos acercarnos con la razón, y tenemos que llegar a descubrir en esa realidad misma los valores del bien, la verdad y la belleza.
El problema que me encuentro es que para todo eso las ciencias modernas no están preparadas, pues son ciegas a los valores.

Feliz y Dulce Día.

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