“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Antes de que se me olvide, en
mi balcón ahora me encuentro con que la temperatura es de 21,9 grados, creo
otra vez que demasiado fresca, y es que aun estamos en verano.
Una de las quejas sobre las
que suelo escribir con más asiduidad es la de los postulados por lo que se rige
nuestro sistema de vida: el beneficio como fin y no como medio, la obsesión, el
paso a un segundo plano de la dignidad del trabajo.
Creo que se están equivocando
los que piensan que el dinero se hace con dinero. Pero es con trabajo con lo
que se hace el dinero, ya que confiere dignidad al hombre. Nos estamos
olvidando que es la persona, cada persona en singular, lo que debe ser el fin
de un sistema económico y además también debe ser su protagonista.
La economía de una sociedad
debe utilizarse para que las personas puedan estar mejor, cuantas más mejor, y
no se vive bien si no se trabaja. ¿Qué
hacer entonces? ¿Llamar a la puerta de los pocos grupos financieros que
detentan la mayor parte de la riqueza de todo el mundo y poner en marcha una
protesta coral para que cambien las cosas?
Yo tengo la opinión que no es
buena una revolución de tenga su actividad en las calles sino en las
conciencias. Hay que ir a las conciencias de las personas y que comprueben
quien tiene razón o las empresas o los profesiones que explotan a los jóvenes durante
las practicas para luego mandarlos a su casa, o los que invierten en ellos. Si
tiene razón la empresa que quiere desvincular a la persona de su contexto
vital, con horarios y condiciones laborales inhumanas o aquella que comprenda que
el resultado final no es simplemente la suma de las ganancias.
Feliz y Dulce Día.
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