“Cuando estoy en la intimidad me digo una verdad a mí mismo: que soy un pobre desgraciado a quien Dios le tuvo mucha misericordia”. Francisco.
Día 23 del viaje a Roma. Roquebrune --- Cannes.
Lunes 21 de abril de 2025.
Distancia: 62 km.
Desnivel positivo: 887 m.
Velocidad media: 12,7 km/h.
Ha media mañana he recibido la noticia de la muerte del Papa Francisco y la primera reacción ha sido de tristeza y después gratitud.
Gratitud por lo mucho que deja y me deja. Me ha hecho ver algunas cuestiones desde un punto de vista diferente, siempre teniendo a Jesucristo como punto central, pero buscando la Verdad con los ojos de hoy.
No soy capaz de resumir ahora en unas pocas líneas el pontificado de Francisco, son doce años que terminan hoy y que no cabe duda vamos a ver balances hasta la extenuación. Citas de sus encíclicas y de los Sínodos que ha convocado. Homenajes, críticas, algunas desde el afecto y desgraciadamente también otras despiadadas. Creo que para todo católico el Papa, de algún modo, es más que el máximo responsable de una institución, un líder o una figura en una jerarquía. Es alguien que mezcla lo paterno con el maestro al que escuchamos cuando las dudas nos surgen y en cuyas palabras confiamos pues apuntan de manera especial a Jesús, si lo miramos bien veremos que a través de una cadena de nombres nos conduce hasta San Pedro, aquel pescador que un día echó las redes fiándose de la palabra del Maestro.
También he sentido tristeza en un primer momento. No porque haya muerto pues eso es un hecho que llega al final de todas las vidas y, la suya lo ha sido y muy bien vivida. Y ya sabemos que la muerte es la antesala de la resurrección. Tampoco es tristeza por las críticas que ha recibido y recibirá estos días pues son legítimas y algunas de ellas pueden ser válidas. Siento tristeza por todo lo que ha tenido que soportar. Por lo duro que se ha sido con él. A Francisco lo han descalificado, insultado, despreciado y ridiculizado.
Creo que muchas de sus reivindicaciones han llegado demasiado pronto para ser entendidas, pero quizás demasiado tarde ya para que cambiemos la dinámica de una sociedad que se encuentra atormentada. Y su grito a favor de la acogida a tantas personas que se sienten fuera de la Iglesia llegó demasiado tarde para sanar algunas heridas, pero demasiado pronto para quienes aún tienen el corazón de piedra y son incapaces de comprender aquello de «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra».
En fin, que descanse en paz.
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