“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 16 del viaje a Roma.Vic-la-Gardiole.
Lunes. 14 de abril de 2025
Distancia: 0 km.
Desnivel positivo: 0 m.
Velocidad media: 0 km/h.
Un día tranquilo, como tenia que estar toda la jornada lloviendo y he decidido no pedalear, no ha sido el mejor lugar para pasar un día de lluvia, pero la meteorología lo ha querido y hasta el final de la tarde no he salido del camping , y lo he hecho para dar una vuelta por el pueblo ya que había parado de llover y así estirar las piernas, la lluvia junto con el fuerte viento me ha obligado ha pasar todo el día en la lavandería, que ha sido mi “cuartel general”.
Se podría decir que ha sido aburrido pues el mejor lugar donde estar calentito y donde la humedad no se notaba tanto era dentro del saco de dormir y allí solo se podía pensar y dormir, pues muchas horas pensando no es tan bueno como nos puede parecer.
Normalmente en un día así, según van pasando las horas empezamos a sentirnos tristes, pesarosos y deprimidos. A mi me gusta el brillo del sol, y tanta humedad, frío y lluvia me va quitando la alegría que va siendo sustituida por la melancolía, y a mi no me gusta.
Por eso, intente hacer todo lo posible por alejarme de la melancolía, por mantener a raya la pesadumbre y la tristeza. Lo que hice en primer lugar fue huir de los sentimientos que me entristecen o atemorizan.
Califique la melancolía como negativa. Pero pensando un poco vi que presenta un aspecto positivo que puede tener como finalidad ayudar a ponerme en contacto conmigo mismo.
Dicho sencillamente, me puede ayudar a permanecer en contacto con aquellos lugares de mi interior a los que no suelo prestar atención. Nuestro interior es profundo y complejo, e intentar oír lo que está diciendo implica escucharlo en cualquier situación de nuestra vida, incluso, y a veces especialmente, cuando nos sentimos tristes y sin ánimo. En la tristeza y la melancolía, pensamos y se nos revelan cosas a las que normalmente nos hacemos los sordos. De aquí que me dedique a examinar ese aspecto positivo de la melancolía.
Por desgracia, resulta normal ver la melancolía y la pesadumbre como una pérdida de salud, como una pérdida de vitalidad, como una situación enfermiza, pero ese no es el caso en el que me encontraba.
¿Por qué necesito pasar por ciertos momentos de melancolía para acceder a una madurez más profunda?
Estuve mirando y me encontré con que en muchas culturas y por supuesto en todas grandes religiones del mundo, los periodos de melancolía y tristeza son considerados como caminos necesarios que se tienen que andar con el fin de profundizar en la comprensión de uno y llegar a la empatía.
Y enlazando esto con que nos encontramos en Semana Santa me resulta fácil ver la similitud de todo esto con el misterio pascual. No hay otro camino para llegar al Domingo de Pascua que pasar por el Viernes Santo. ¿Cómo puede ser esto posible? Si fuese verdad que la melancolía, la tristeza y la pesadumbre del alma son signos de que algo va mal en nosotros no llegaríamos al Domingo de Pascua, nos quedaríamos varados en el Viernes Santo.
Para que todo esto sea posible es importante ver la melancolía como algo normal y potencialmente saludable en nuestra vida. La pesadumbre del alma no es necesariamente un indicio de que algo va mal en nosotros. Más bien, casi siempre, resulta que nuestro interior reclama nuestra atención, pide ser oída, trata de cimentarnos de una manera más profunda e intenta que profundicemos apropiadamente.
Pero no están tan fácil, para que suceda esto, necesitamos abstraernos de la tristeza, consentir en ella. Necesitamos dar a la melancolía lo que le debemos, pero no más. ¿Cómo hacemos eso? Pues la empaquetamos y nos la llevamos con nosotros. Teniéndola cerca, pero controlándola, sin dejar que nos domine.
En fin, paso este día gris, con la tristeza y la melancolía bien controladas.