21 de marzo de 2024.
“Dicen que los viajes ensanchan las
ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Ericeira – Cascáis.
Distancia: 54,40 km. Media: 11,15 km/m.
Altura: 984 m.
Último día de este miniviaje por tierras
de Portugal. Si el primer día recorrimos una parte del parque natural de
Sintra-Cascáis, hoy hemos estado en la otra mitad, podemos decir que
prácticamente lo hemos recorrido en su totalidad, aunque siempre utilizando los
caminos asfaltados.
Unas de las cualidades que se
desarrollan cuando viajamos en bicicleta es la de saber adaptarnos, lo hacemos
con la meteorología, con el recorrido, con las personas con las que nos
encontramos, en fin, nos adaptamos para seguir pedaleando.
Si lo pensamos un poco veremos que la
misma palabra lo dice, adaptarse no es otra cosa que acomodarse, ajustarse a
las diversas circunstancias y condiciones de todo lo que nos rodea.
Recuerdo en mi ciclo-viaje al Nordkapp,
al sobrepasar el círculo polar Ártico, como me preguntaba: ¿Cómo es posible que
esta gente se haya adaptado a estas condiciones tan duras? Supongo que lo mismo
se preguntaría un lapón si pasase un mes de julio en Pego.
Las personas nos adaptamos mejor de lo
que creemos a las diferentes circunstancias y condiciones que nos plantea un
viaje en bicicleta, por eso viajar en bicicleta es mucho más sencillo de lo que
la gente piensa.
Pero no quería pararme en el nivel general
de adaptación, sino en el pequeño, en el individual, en el de las relaciones
entre personas concretas. Si empezamos con que ninguna persona es igual que otra, cualquier
relación que tengamos, se produce entre dos personas no iguales. Esa diferencia
implica ya un cierto modo de adaptación, acomodación en algo que no somos “yo”,
pero que facilita nuestras relaciones sociales con el prójimo, con el nosotros.
Ahora mismo, en estos días la adaptación
esta descuidada, se trata de un valor que se encuentra casi denostado en
nuestras relaciones. Nos encontramos tan unidos a las redes sociales y al móvil
que nuestras relaciones son cada vez menos presenciales y más virtuales. Es más
sencillo y fácil que nos adaptemos a unas circunstancias y a unas condiciones
en un entorno “inmaterial” donde para terminar una conversación nos basta con
bloquear un contacto, excluir a alguien de un grupo, prescindiendo así de las
personas con las que tendría una mínima necesidad de adaptación. Si repasamos
nuestros contactos en las redes veremos qué hay muchos con quienes necesitaría
adaptarme, pero gracias a lo virtual, no es necesario utilizar el valor de la adaptación.
Y, todo lo anterior se produce porque
además muchas personas confunden lo que significa adaptarse con anularse, y
existe una diferencia tan grande que quien no la ve tiene un serio problema. Para
la persona que cualquier cesión de su yo al entorno se trata de una retracción,
humillación o postergación de su ego, no puede tener el más mínimo nivel de
adaptación y tiene muy difícil poder sostener relaciones con personas reales.
Siempre se sentirá anulada y sentirá su ego amenazado.
No solo en un ciclo-viaje nos toca convivir, lo hacemos constantemente, nos relacionamos, y en esa convivencia física no entran los bloqueos o exclusiones, es necesario adaptarse, avenirse a las circunstancias concretas, cediendo la soberanía de mi “yo” para facilitar el encuentro con el otro, para crear un nosotros que éste cohesionado.
Esa adaptación es la que crea sociedades evolucionadas, menos fragmentadas en bandos de personas afines que no se adaptan a los contrarios, sociedades que no se anulan con las diferencias, sino que crecen en la diversidad, con la riqueza de los valores que nos aporta el prójimo y construye familias, comunidades, barrios, ciudades y naciones plurales y adaptadas, en lugar de redes sociales con continuo grito de guerra.
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