“Se ha dicho con frecuencia, y con razón, que la religión es lo que hace al hombre común sentirse extraordinario. Una verdad igualmente importante es que la religión es lo que hace al hombre extraordinario sentirse común”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
No os ha sucedido en alguna ocasión que
ante el mismo hecho hemos reaccionado de diferente forma o que hemos juzgado de
manera diferente según se tratase de unas personas o otras. Esto nos suele
ocurrir en muchas facetas como en la cultura, en la política, en el deporte, en
la religión…
Nos habremos visto justificando un hecho
porque lo han realizado nuestros afines y no lo hemos tolerado cuando lo hacen
los que piensan diferente. Alguna vez también habremos encontrado algún motivo
para aceptar lo que hacen quienes consideramos “los nuestros”, y, sin embargo, nunca
encontramos ese motivo para intentar comprender si eso mismo lo hacen “los extraños”.
Ahora, podríamos pensar que eso de ver
las cosas diferentes según quien las realiza es una forma de hipocresía o sea
que fingimos unas cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente
sentimos o experimentamos. Sin embargo, tristemente en la mayoría de las
ocasiones no lo es, muchas veces no somos hipócritas pues se trata más bien de ceguera,
de no ver las cosas como son, o tal vez de esclavitud, porque cuando juzgamos
de diferente forma dependiendo de la persona, somos inconscientes de ello pues
nos terminamos creyendo los argumentos de nuestro partido o de nuestro líder. Y
lo creemos porque nuestra ideología nos ciega, así como también lo hace nuestro
posible sectarismo de turno.
Por culpa de ese doble rasero llegamos a
ver como inmoral lo que es normal en nosotros. Denunciamos como insultos lo que,
sin embargo, cuando los pronuncian nuestros amigos resulta que son alardes de ingenio.
Exigimos a los rivales, conductas que vemos perfectamente prescindibles en los
nuestros.
Lo malo de todo eso es que esa misma
ceguera, que nos impide ser justos nos hace demasiado dóciles. Y es que quien
nos manipula, quien los da las consignas sí que es consciente de ese doble
rasero que estamos aplicando, sabe de esas contradicciones y conoce muy bien
las dos varas de medir y esto sí que es hipocresía. Pero cuando nosotros nos
dejamos manipular nos vamos convirtiendo, poco a poco, en forofos sin ningún
atisbo de crítica, en hooligan y, sin darnos cuenta, estamos cautivos de
nuestras propias decisiones.
Y las personas, todas las personas,
somos mucho más capaces, podemos tener un criterio propio y no ir repitiendo lo
que nos dicen o esta de moda. Para hacerlo solo tenemos que apartarnos un poco,
tomar distancia, razonar un poco más, y por supuesto, negarse a dar por sentado
que, suceda lo que suceda, somos de los suyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario