“He visto muchas cosas con mis propios ojos que no creeré nunca”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
Es frecuente, tengo que decir que, por
ser un poco cotilla, me sorprendo con algunas decisiones que toman personas
cercanas y que no puedo comprender de ninguna manera. Y, terminar con el tema justificando
su comportamiento diciendo que; ¡bien, ha sido una decisión que él ha tomado¡
Tengo claro que tomar una decisión
implica una responsabilidad. Esto para muchas personas no parece tan claro,
pero es interesante tenerlo claro. Lo que sí parece claro, aunque se nos diga
muchas veces lo contrario, es que por el mero hecho de tomar una decisión
no tiene por qué ser la decisión correcta. Tenemos que tomar decisiones
continuamente y eso es bueno, y nos hacer crecer como personas, pero podemos
elegir bien y se pueden tomar malas decisiones. Muchos de nosotros hemos
elegido, y a veces hemos elegido mal, o muy mal.
No estoy tratando de que se vaya a tener
miedo cuando nos enfrentemos a una decisión, y que dejemos de tomarla por miedo
a equivocarnos, que puede pasar. De lo que se trata ahora es de poner atención
y no reducir nuestra vida solo a defender nuestra libertad a no elegir solo
porque el bien y el mal son variables que entran en juego, y nosotros no las
podemos controlar. Y, sobre todo, no olvidemos, pues, que nuestro objetivo no
está en elegir entre el bien y el mal, sino elegir entre lo bueno y lo mejor.
Así pues, hay que buscar lo mejor; pero
no solo porque sea la opción más loable en sí, sino también porque no deberíamos
de tener otra alternativa. Nuestra intención debería de ser, claro está, ser buenos,
en el sentido de modélicos y sólo discretamente correctos, por dos motivos:
porque es lo que realmente quiere nuestra conciencia y, a la vez, porque acaso
sea lo único que se puede hacer si pretendemos conducirnos con arreglo a ella.
Ya sé que nos podríamos quedar en una posición
intermedia que podría representar la idea de conformarse con aspirar a un
perfil tibio o mediocre, en lugar de proponernos un objetivo ejemplar y
admirable. No es sólo que esa posible alternativa intermedia represente una
opción menos segura y en conjunto más pobre, menos digna y peor; además,
tampoco habría margen o espacio para ella si nuestro norte o punto de
referencia es alcanzar lo mejor, pues en no debería de existir otro objetivo.
Y esto nos lleva aún más lejos. No nos
podemos quedar con llegar a un objetivo aceptable, es que no cabe esa clase de objetivo.
El esfuerzo que dediquemos a tratar de conseguir ese objetivo aceptable es baldío
en tanto equivocado, viciado y paradójico, también en el sentido de
contraproducente. Aquella posible línea de separación entre lo bueno y lo malo,
entendida como frontera a no traspasar entre todas las opciones disponibles y
clasificables de mejor a peor, no existe ni por tanto puede tenerse en cuenta.
En resumen, hay que buscar siempre lo
mejor, por toda una serie de motivos: a saber, es mejor por definición ser muy
bueno o muy justo que bueno o justo sólo a medias; además, hay que apuntar alto
para compensar el eventual error que sin duda muchas veces cometeremos para así
poder controlar las consecuencias no deseadas de nuestras acciones; y por fin,
el objetivo de ser bueno o justo tan sólo a medias no funciona, no es práctico,
con lo cual tampoco vale ni está disponible.
Puede que la clave de la cuestión se
encuentre en la decisión de conducirnos por el hábito de preguntamos siempre,
para obrar en consecuencia, cuál es la mejor opción desde el punto de vista
ético, qué es lo que haría en nuestras circunstancias una persona ideal y
modélica, en lugar de si tal comportamiento o tal otro llega o no a alcanzar el
umbral de lo tolerable; y, en definitiva, en la decisión general de optar por
tratar de ser verdaderamente buenos, que es de hecho, por fuerza, mirarse en el
espejo de las actitudes y conductas ejemplares, en lugar de decantarnos por una
actitud más pasiva: la de dejarnos llevar por esa especie de deriva más cómoda que
cree evitar los problemas por la vía de huir siempre hacia adelante tirando por
la calle de enmedio... como si eso fuese posible, queriendo creer que es
posible.
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