“El sinsentido no es mejor por ser expresado solemnemente” .(G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
Tenemos a muchas personas que no cesan
de repetir allí donde pueden la idea de que el dogmatismo provoca intolerancia.
Es más, insisten en afirmar que las personas que consideran la propia verdad
como la única están haciendo imposible encontrar la verdad. Y añaden que solo
la incertidumbre, la humildad, la duda, es lo que hace posible el encuentro y
el diálogo entre los que son diferentes.
Las afirmaciones anteriores y otras
parecidas nos hacen llegar a la conclusión de que el dogmatismo sería o es un
peligro, mientras que la falta de dogmas abre lugares para poder convivir sin
violencia sobre los que tienen opiniones diferentes, en especial se suele hacer
referencia a las religiones.
Es muy sencillo y se suele hacer muchas
veces ante estas teorías mostrar la siguiente paradoja. Cuando se afirma que
solo quien reconoce no haber llegado a la verdad sería alguien tolerante y
pacífico, se está diciendo esto porque se cree que es verdad. Es decir,
considera que tiene una verdad, y, según su misma afirmación, sería intolerante
y violento…
Todos sabemos también, que hay varias
maneras más o menos hábiles para salvar esta paradoja, pero tal vez lo más
sensato, ante esta cuestión de la posesión de la verdad y su posible
correspondencia con la violencia, sería pararnos a pensar en dos puntos
interesantes que se deberían de tener en cuenta.
Para comenzar una cosa que está clara:
todas las personas estamos convencidos sobre la verdad de ciertas afirmaciones.
Muchas de ellas tratan sobre asuntos sencillos y muy puntuales, veamos unos
ejemplos: este es mi coche, el sol calienta e ilumina, esta es mi casa.
Otras cosas de las que estamos
convencidos no son tan claras, son más complejas y, en muchos casos, muy difícil
de demostrar para la mayoría de nosotros. Pensemos en lo convencidos que
estamos de la existencia de los átomos, de los electrones y protones. No lo
ponemos en duda, pero la mayoría de nosotros no sabe cómo demostrar que existen
y que es verdad esa afirmación.
El siguiente aspecto para resaltar es de
donde nace esa idea de la unión entre la intolerancia y la violencia. Acusar al
dogmatismo de ser fuente de esas reacciones de las personas es, simplemente,
falso, porque millones de seres humanos que creen (dogmáticamente) que han
alcanzado muchas verdades, no tienen actitudes ni intolerantes ni violentas.
Es más, es fácil constatar que muchas
personas, que se declaran anti-dogmáticos, que consideran la duda como
mecanismo necesario para vivir pacíficamente, pueden incurrir en actitudes
intolerantes, incluso violentas, hacia otros seres humanos.
Si entonces, si resulta que no es una
reacción automática el ser dogmático con ser violento, ¿dónde estaría la causa
de la intolerancia y la violencia? Pues, yo pienso que en algunas convicciones
desde las cuales se llega a la conclusión que otros tienen menos derechos, o
son inferiores, o merecen ser castigados.
Es verdad que esas convicciones pueden
llegar a ser tratadas como “dogmas absolutos” por quienes las sostienen, pero
no por ello se convierten en verdaderas. Porque tener una convicción, creer que
es verdad lo que pienso, no garantiza la validez de esa convicción.
Por eso, hay que profundizar más en el
tema de la intolerancia y reconocer que uno de los caminos para superarla
radica en afirmar como verdad que todos los seres humanos somos dignos, y que
la violencia gratuita no puede convertirse en instrumento válido para dirimir
ciertas diferencias.
Afirmar lo anterior implica, contra la
tesis de quienes ven el dogmatismo como intolerante, que la tolerancia necesita
apoyarse en verdades que tienen un valor fundamental a la hora de promover la
convivencia entre los seres humanas.
A la vez, para ser tolerante se necesita
discutir, confrontar, aquellas tesis que consideran que hay seres humanos con
derechos y otros sin derechos, lo cual es la raíz de tantas formas de
intolerancia y de violencia que han llenado de sangre la historia humana.
En fin, para terminar, hay que confiar
en la razón humana y en su capacidad de alcanzar verdades. Esas verdades,
luego, se convertirán en guías que nos deben llevar hacia la fraternidad y la
convivencia, y nos permitirán también dialogar, cuando existen puntos de vista
diferentes, desde el respeto que los otros merecen como miembros de la misma
familia humana.
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