“Hay un moderno materialismo que es solemne acerca de los deportes porque no tiene otros ritos que solemnizar”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
Hace nada, tres días, fue mi cumpleaños
y desde hace unos pocos años me doy cuenta de lo importantes que son. Me pregunto
en estos días lo que ya se preguntaba Nicodemo: ¿cómo puede uno nacer siendo ya
viejo? La respuesta no es fácil y cada año cuesta más responderla, pero hay que
hacerlo.
Cada año, mejor dicho, todos los días y
por supuesto también el día de mí cumpleaños me tengo que recordar que estoy
delante de una nueva oportunidad para renacer espiritualmente y aportar algo al
mundo que me rodea pues tengo una vida vivida que puede servir para enviar un
mensaje a los que me preceden.
Una vez que se aceptan los nuevos límites
que nuestro cuerpo nos impone por el paso de los años es cuando comenzamos a
experimentar que incluso en la debilidad y en la enfermedad se puede tener una
vida intensa. Para ello hay que aprender a dejarnos moldear por nuestra propia
fragilidad, nuestra impotencia, la dependencia de los demás e incluso deberemos
acoplarnos a una nueva forma de vestir y de andar.
Si todo sigue funcionando como ahora, mi
vejez es y será diferente a la de mis abuelos y un poco mejor a la de mis
padres. Y como todo, en algunas cosas va a ser mejor y en otras no tanto. Van
apareciendo nuevas enfermedades que me pueden afectar, pero sin embargo con
ellas aparecerán nuevos tratamientos. Por ello me da rabia que esta sociedad
tenga tantas contradicciones, pues la misma sociedad que está haciendo todo lo
posible para alargar la vida es la misma que nos esta condenando a muchos de
nosotros al confinamiento.
A la vez que se enorgullece de la
longevidad de las personas como un logro social, no deja de decirnos que se
tiene que vivir el momento. Mientras se buscan respuestas a todo no se quiere
valorar la sabiduría y la experiencia que tenemos los mayores. Cada vez más se
pone el acento en que hagamos muchas cosas y se olvida que en la vejez pesa más
lo que soy que lo que puedo hacer. Es la triste paradoja de valorar más el
cuerpo y menos a las personas.
Nos sé cuántos cumpleaños más voy a
cumplir, pero la vida no se mide solo en años. Importa más el sentido que le
queramos dar a nuestra existencia que los años que tenga la suerte de vivir. Y
es que por mucha publicidad, por muchas campañas de comunicación que nos hagan
para convencernos de que lo importante es el entretenimiento, la salud, el
éxito o la buena comida, en realidad no lo son si seguimos poniéndolo en el
centro de nuestra vida. Es posible que sea más sencillo que todo eso, quizás
todo pasa por vivir cada instante poniendo toda nuestra atención en querer más
a los demás y desde ahí dar sentido a nuestra vida, ya lleguemos a los 68, 70 o
75 años.
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