“El verdadero rebelde es el optimista, que vive y muere en un esfuerzo desesperado y suicida de persuadir a los demás de lo buenos que son”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
Ayer fue un día interesante, del que me
quedo una pequeña preocupación, que según voy pensando en ella me doy cuenta de
que es muy interesante ya que nuestra sociedad no responde a ella con
facilidad. Nuestra sociedad se enfrenta en demasiadas situaciones a una enorme disyuntiva.
Veamos, por una parte, se apoya la
tolerancia y la diversidad y por otro vemos, como ayer, que crece una
preocupante polarización. Se nos dice sin parar que tenemos que respetar las
diferencias y estar abiertos a ellas y, sin casi mover la cabeza vemos como existe
una gran intolerancia hacia las ideas que no se alinean con la ideología
dominante.
Estoy seguro de que a más de uno le
habrá sucedido, al menos a mí sí. Hace nada que termino la Semana Santa y la
Pascua, y claro, a un católico se le nota, no se puede ocultar, y en más de una
ocasión me han dicho: “son tus creencias, no me hables de ellas”. ¿Qué
hay de malo en defender mis creencias? Si lo hago con respeto en una
conversación y sin imponerlas ni obligando a seguirlas.
Y claro cuando te encuentras con frases
como esta: “Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada
sus ideas, o no vale nada el hombre”, que dejo escrita Platón, te pones a
pensar. Si creo en mis ideas, si sirven, yo no quiero ser el que no sirva. Tengo
que defender mis ideas y arriesgarme en un mundo donde la intolerancia te
etiqueta y estigmatiza.
Nos encontramos en unos días donde la ideología
reinante nos muestra una intolerancia disfrazada de tolerancia que se pude
sentir si nos identificamos con las ideas católicas y, que no hay que tener
miedo a defenderlas y expresarlas si lo hacemos con respeto y empatía.
Lo reconozco, a veces te sientes cansado
de esta intolerancia que esconde su cara detrás de una máscara de tolerancia.
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