jueves, 25 de abril de 2024

¡Buenos días! Es así de sencillo, pero también es así de complicado.

     “El moderno escritor no sabe lo que piensa y supone que lo averiguará si habla de cómo se siente.” (G. K. Chesterton)

¡Buenos días!

Nos encontramos desde hace tiempo con acontecimientos que nos persiguen y con los que tenemos que posicionarnos, nos los encontramos en todos los lugares, medios de comunicación y redes sociales que surgen continuamente en nuestras tertulias. Las guerras que tenemos activas ahora mismo son uno de ellos y posiblemente el más doloroso, y ante el que tenemos que tomar posición.

Sin duda en el que más nos cuesta tener una postura clara es lo que se vive en Tierra Santa, cuesta mucho analizar todo lo que sucede allí y sus consecuencias, sin embargo, existe un criterio que suele ser claro y a la vez más profundo de entre los que nos podemos encontrar cuando buscamos las respuestas.

Lo que pretendo decir es que tenemos que mirar el problema desde la misericordia. Esa misericordia que se compadece y que sufre por todas las personas que padecen en este mundo y que no hace distinciones entre ellas ni por supuesto sigue unos criterios políticos, económicos ni ideológicos. Esa misma misericordia que nos indica que toda vida humana vale, por lo que una guerra no debe ser la solución para ningún conflicto. Pues bien, es sufrir con el que sufre, todo lo demás, aunque necesario, es política.  

Hablar del problema de Tierra Santa, es recordar un lugar donde las religiones tienen una gran importancia, tienen un peso específico en el problema y que, por lo tanto, nosotros como cristianos al saber que todos somos hijos de Dios debemos verlo como una relación amorosa, que nos dice que el enemigo por muy distinto y malvado que pueda llegar a ser se convierte automáticamente en hermano. Al fin y al cabo, nuestra posición es la de la fraternidad, y para que esto sea posible es preciso comprender que nuestra propuesta pasa por vivir todos como hijos de un mismo Dios. Pero de un Dios que es amor y que padece por el sufrimiento de cada uno de sus hijos.

Es así de sencillo, de un Dios que es Amor, pero también es así de complicado.

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