“¿Qué es lo bueno de ser un hombre si no se intenta llegar a conocer lo desconocido? (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
No habéis sentido alguna vez la
necesidad de controlar el futuro, al menos el nuestro, de alguna manera.
Supongo que a la mayoría de nosotros nos gusta conseguir lo que esperamos, lo
que planeamos y que lo que vaya a suceder este de acuerdo con nuestras
necesidades. Y es que esto no pasa siempre, es más muchas más veces de lo que desearíamos
no sucede lo que nos gusta y corremos el riesgo de frustrarnos.
Por esas situaciones habremos pasado
alguna vez. A veces en cosas sin importancia, otras en cambio trascendentales
para nuestra vida, y en otras nos las encontramos continuamente cada día. Parece
claro, nuestras ilusiones no siempre salen bien o cómo esperábamos, nuestros
deseos no siempre se hacen realidad, y eso es algo con lo que tenemos que
aprender a convivir.
Por eso en muchas ocasiones nos vemos
obligados a cambiar nuestros planes, a variar el trayecto que pensábamos seguir.
Entonces tenemos varias formas de afrontar esos momentos, nos podemos dejar
arrastrar por la frustración, por el malestar de lo que no sale según queríamos,
por esa añoranza de lo que hubiera podido ser y no fue, y nos hace ver la
realidad deformada.
Podemos también aceptar lo que nos
viene, pero aceptarlo no con resignación, sino con la expectación del que recibe
lo inesperado. Las circunstancias inesperadas no siempre van a ser buenas, pero
siempre vamos a poder elegir nuestra actitud ante ellas. Y la actitud buena es
la que del que no se deja llevar por la vida, la del que lleva su vida adelante.
Tomarse las cosas con calma es fácil que en muchas ocasiones sea suficiente. En
otras no tendremos más remedio que cambiar lo que pensábamos hacer, y estar atentos
y capaces para responder adecuadamente, buscando nuevas opciones y buscando
ayuda…
Hay una diferencia entre vivir un futuro
que se alimenta de nuestros planes y sueños o acoger el porvenir, lo inesperado
de una realidad que nos desborda y nos invita a cambiar, a recibir lo
imprevisible como una nueva oportunidad que se nos regala.
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