“No se puede tener una granja familiar sin una familia”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
No sé ya cuántos casos de corrupción
llevamos en la política española, pero sí que sé que no hay forma de que
nuestros políticos se conformen solo con administrar los bienes públicos sin
beneficiarse de ellos. Los españoles estamos sufriendo una falta de memoria
general ante los innumerables casos. Son casos que afectan a todas las formaciones
políticas, no tenemos ningún partido político, que sea un poco relevante, que no
haya tenido ningún caso y, lo que me preocupa es esa sensación que me rodea de
que existe tal grado de impunidad que no se tiene ningún miedo a seguir con las
corruptelas.
Lo curioso del caso es que los partidos
políticos siguen como si nada, incluso en aquellos casos en que salen
beneficiados ya sea económica o electoralmente. Lo normal, debería ser de que
si se hacen trampas se les priva de los beneficios conseguidos. Pero sucede lo
contrario, en la política española se sanciona al peón, pero se salva toda la
cuota de poder que se ha adquirido por medios ilegales. Parece claro que
el beneficio que se consigue compensa el posible riesgo. Sucede también que el
enorme poder propagandístico de los grandes partidos, con poderosos socios en
los medios de comunicación, es capaz de convertir el vicio en virtud
presentando el pecado propio como mal menor o como mal ajeno.
Tampoco se intenta solucionar el tema de
esta degradación de la política con el orden jurídico, ya que este se basa para
tomar sus decisiones en la lógica de las mayorías parlamentarias para
determinar la verdad y la justicia, y este se elige principio rector de la vida
política, por eso se ha convertido la soberanía en un fin en sí misma.
Si recordamos aquello de “no hay árbol
bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno” nos
encontramos ante un problema de difícil. Cuando no se respeta la dignidad de la
vida, el primero de los derechos humanos, se generalizan la injusticia, el
abuso o la arbitrariedad en la vida política en una relación causa y efecto. Y
es que una democracia sin valores degenera siempre en totalitarismo.
Según mi opinión se tiene que asumir la conveniencia
de un equilibrio entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Es
preferible que un poder mantenga límites en otras esferas de competencia, para
que la ley justa sea soberana frente a la voluntad arbitraria de los
hombres. De lo que se trata es de evitar el poder absoluto del gobierno
con unos límites jurídicos e institucionales, evitando así el absolutismo en la
ley con límites en el orden moral. Por eso, según mi forma de pensar, la simple
división de poderes nunca será suficiente. Muchas veces falta lo uno y lo
otro. ¿Qué nos esta pasando en España? Pues que el poder legislativo elige
al poder ejecutivo, y ambos poderes determinan la composición del Consejo
General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.
Al final, nos guste más o menos, la
realidad nos muestra que una crisis moral es el origen de una crisis política. Es
verdad que el riesgo de una concepción totalitaria del mundo prácticamente ha
desaparecido, sin embargo, existe ahora un riesgo de una unión entre democracia
y relativismo ético y esto es un problema serio. Si estamos de acuerdo con todo
lo anterior, ¿qué hacemos tan tranquilos?
En fin, solo quiero recordar que la
moral se debe basar en la verdad y que por medio de ella llegamos a la
auténtica libertad y, si esto es así para cada uno de nosotros, también lo será
para nuestra sociedad y para su desarrollo.
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