jueves, 2 de noviembre de 2023

¡¡¡Feliz y Buen jueves!!!

 “Todo el mundo sabe que los maestros tienen una tarea dura, y a menudo heroica, pero no es injusto para ellos recordar también que la suya es una tarea excepcionalmente feliz”.  (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Esta mañana me he levantado con esa sensación extraña de pesimismo que algunas veces se siente, y que no adivinas el motivo, intentas, antes de poner los pies en el suelo, averiguarlo y notas algo agradable en ese pensamiento negativo.

No me refiero a ese impulso negativo causado por la desesperación, ni tampoco por algún trastorno sadomasoquista. Me refiero, en esta ocasión, a una fuerza interior más atroz que, sin tener nada que ver con la angustia ni con cualquier tipo de depresión ni problema mental nos impulsa a desear que las cosas salgan mal, sabiendo el daño que nos puede ocasionar y de la desgracia que traerá a nuestra vida.

Me da la impresión de que se trata del deseo de que todo se vaya ya de una vez al “carajo” y así poder empezar de cero. Es esto, exactamente esto, lo que me parece que me ocurre, tanto a mi como una parte de la sociedad. No es el deseo de un mal que se esté confundiendo con un bien, sino un desastre cuyas consecuencias ya asumimos con una malévola impaciencia. Sólo si esto es así, puedo encontrar una explicación a muchas de las cosas que están sucediendo a mi alrededor y que se pueden ver cada mañana en los periódicos, hoy por ejemplo con la aceptación sin sentido de amnistías que van a poner a nuestra democracia en manos de sus propios enemigos y que la dejarán al borde del abismo.

Curiosamente nos encontramos relajados sabiendo del desastre que nos espera si no nos detenemos, sin embargo, hemos decidido aceptarlo, con el deseo de disfrutar esa experiencia de destrucción personal y colectiva. Nuestra actuación estos meses no tiene o yo no la veo, una finalidad clara, salvo que nos estamos dejando llevar por la sencilla razón de que no deberíamos hacerlo. Y esto, claro está, es el motivo más descabellado; pero, en realidad no encuentro otro. Y, es que en algunas ocasiones la seguridad de que nos estamos equivocando es el único motivo que nos mueve a realizarlo.

Estamos mal. Vamos a efectuar nuestro propio “harakiri”, sabiendo perfectamente lo que nos espera después. 

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