Es algo espantoso soportar la risa de algo a la vez inferior y más fuerte que uno” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Me ha resultado
interesante, otra vez, darme cuenta de como me resulta de sorprendente el
mundo, y no sólo eso; si no que además me resulta una sorpresa mi existencia,
una sorpresa que además es agradable. Por algún motivo existo y aunque me ha
costado un poco averiguarlo, lo extraordinario sin embargo es que me gusta
existir.
También se que ese
gusto por existir lleva consigo un “si”. Resulta curioso como las cosas más
sorprendentes siempre llevan consigo un pequeño y a veces incomprensible veto. El
don más colosal depende de una pequeña cosa que se nos niega. Es así, no sé muy
bien porque, pero es así.
La costumbre de
haber escuchado muchos cuentos cuando era niño estoy seguro de que tiene algo
que ver, no encontraba extraño que Cenicienta recibiera un carruaje del país de
las maravillas y un cochero aparecido de la nada, pero junto a ellos recibía una
obligación que cumplir; de que llegase a casa antes de las doce. No me parecía
ni me parece una orden tan dura para el beneficio que otorgaba. Tendrás todo lo
necesario para acudir al baile “si” vuelves a casa antes de las doce. Un “si”
insignificante.
Y es que las
cosas más impresionantes se sostienen en algo insignificante, son como el
cristal, ese brillo del cristal y esa luminosidad se puede comparar con la
felicidad que es luminosa pero frágil. Pienso que la vida es resplandeciente y
frágil como el cristal. Tengo que recordar ahora que frágil no es sinónimo de efímero.
Dale un golpe a un cristal y no durará nada, se romperá en mil pedazos, pero
basta con no golpearlo y cuidarlo un poco y durará mil años.
Así es la
felicidad, depende de no hacer algo que se puede hacer y que, muchas veces no se
tiene claro por qué no se debe hacer. La clave se encuentra en que a mí no me
resulta injusto que sea así. Siempre me viene a la memoria en estos casos a Adán
y Eva con su insignificante veto que tenían que cumplir, tan fácil de cumplir
en comparación a las ventajas que otorgaba.
Tengo la
impresión de que mi existencia es un legado tan fantástico que no tengo derecho
a quejarme de no entender todas las limitaciones que tengo. Tal vez por esta
razón no puedo compartir con muchas personas ese sentimiento de rebeldía que se
da tanto hoy en día. Por supuesto que me opongo a cualquier norma que sea
injusta pero no a un hecho sólo porque sea misterioso.
Disfrutar de un
hermoso amanecer bien merece madrugar, es un insignificante esfuerzo si lo ponemos
delante de tan extraordinario espectáculo, ¿por qué hay que madrugar? Pues es
un misterio que no me molesta tener.
Tengo claro que el mundo es un lugar muchas veces absurdo y siempre sorprendente, que hubiera podido ser sin ningún problema completamente diferente pero que a mí me resulta agradable tal como es; y ante esto más me vale ser humilde y aceptar las extrañas limitaciones de tan extraño regalo.
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