domingo, 19 de noviembre de 2023

¡¡¡Feliz domingo!!!

 “Un hombre tiene que amar muchísimo una cosa para practicarla no sólo sin ninguna esperanza de fama o dinero, sino incluso sin ninguna esperanza de hacerla bien” (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!! 

No se muchas veces el motivo por el cual mis pensamientos cuando me despierto me llevan a reflexiones de lo más extrañas. Esta mañana, por ejemplo, recordaba lo sensible que era de niño, especialmente con la justicia, pues me costaba mucho olvidarme de las promesas que me hacían mis padres. Cuando me decían que, si hacia tal cosa me darían tal regalo, no podía dejar de insistir en que la cumplieran. Cuando se es niño se tiene una sensibilidad espacial para la justicia, se cree en la palabra dada y si no se cumple lo prometido se considera que se ha cometido una injustica y por lo tanto una mentira y una falsedad,

He crecido y sin embargo en ese apartado sigo igual, continúo exigiendo el cumplimiento de lo prometido. Las personas podemos perder la inocencia propia de los niños y caer en el cinismo si dejamos de creer en la justicia, si renunciamos a lo bueno y perdemos el sentido de lo verdadero.

No es fácil ser justo, pero si no lo somos, nos tornamos injustos. Es fácil ser sensibles a las injusticias sufridas, pero igual no somos conscientes de las que provocamos. Es cierto que los gobernantes y los jueces tienen una responsabilidad especial frente a esta virtud, de tal modo que, en caso de ser injustos, quedan desacreditados, pierden autoridad. Pero esta gran cualidad no queda reservada para los grandes asuntos de estado, debe estar presente en nuestro día a día: en las relaciones laborales y familiares.

Si ahora hacemos el pequeño esfuerzo de consultar el diccionario de la RAE, nos encontraremos que, en su primera acepción, la justicia se define así: “Principio moral que lleva a determinar que todos deben vivir honestamente”. Y si bajamos un poco más llegaremos a esta otra acepción: “En el cristianismo, una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido”.

“Lo que les es debido” no puede dañar a la persona, tiene que ser justo, “lo que les es debido” tiene que ser bueno, tiene que ser verdadero. Hay una línea que une la verdad, el bien y la justicia, lo que nos lleva a que solo se tiene derecho a lo bueno.

En fin, estamos en estos días necesitados de justicia, tenemos sed de justicia. Cuando nuestros dirigentes confeccionan “leyes” injustas, que las hay, no nos hacen un bien, nos aprisionan y encadenan. Quizás es lo que ocultamente procuran: apresarnos para poder manejarnos. Y muchos ingenuos corean a sus carceleros como si fueran sus liberadores. ¡Qué débil es el hombre, necesita quien le proteja de su propia necedad!

Pero quedémonos en el quehacer diario, vamos a nuestras acciones justas, a esas que nos hacen honrados. Seamos justos cuando paguemos o cobremos, no nos quedemos con lo que no es nuestro. No defraudemos en el cumplimiento de la palabra dada al otro, cuando realicemos un voto de amor y fidelidad hay que cumplirlo pues hemos adquirido un gran compromiso, no dejemos tirada a la persona que prometimos amar de por vida, que se entregó a nosotros fiada de ese compromiso.

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