“Si un hombre escoge decir la verdad en frases interminables o en bromas rápidas es un problema análogo a si decide decirla en alemán o en francés”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Considero que tengo que decir algunas
palabras sobre los nacionalismos, por supuesto es una opinión, que me ha
ayudado a valorar los nacionalismos, y, viendo la incidencia política que están
teniendo en la situación actual de España voy a repasarla y repensarla.
Me gusta recordar que el fundamento de
toda sociedad y la prioridad de toda actuación social se encuentra en la
persona. Por lo tanto, lo que sostiene el orden político y la paz social es la
dignidad de la persona que es capaz de conocer y de pensar, de elegir
libremente y de vivir en comunidad con los demás. Tengo claro que la persona
humana solo puede vivir y sobre todo sobrevivir con la ayuda de los demás, al
nacer con la familia, después con los amigos y, finalmente, con la sociedad
entera.
Dicho lo cual, entiendo que la nación
como una gran comunidad de hombres que se encuentran unidos por varios
vínculos, donde el más importante me atrevo a decir que es la cultura. La
cultura no es una cosa aislada y solitaria, es más puedo llamarla en plural
pues siempre está constituida por una rica mezcla entre ellas a través de la
historia. Si no hubiese existido un intenso intercambio culturar entre las
diferentes regiones existentes ahora en España ninguna seria lo que es hoy. Esto
no quiero olvidarlo pues conforma la identidad de cada una de ellas.
Ahora bien, tengo que ver la diferencia
que existe entre lo que es una realidad eminentemente cultural como es la
nación y el Estado que es una realidad en un principio política que puede
coincidir con un solo contexto cultural o bien constar con diversos ámbitos
culturales. Si se da la coincidencia de que varias realidades culturales se
hallan unidas por lazos religiosos, económicos, históricos, familiares y políticos
dentro de un mismo Estado, no puedo sacar la conclusión de que cada una de
ellas goce necesariamente de un derecho a la soberanía política. En el caso de
España, los diversos pueblos que hoy constituyen el Estado español comenzaron
un proceso cultural común como consecuencia del cristianismo y de la
romanización, dando lugar a una unidad cultural básica y a la configuración de
un Estado plurisecular.
Me resulta cuestionable moralmente que
los pueblos y nacionalidades que históricamente forman un Estado pretendan cada
una de ellas unilateralmente tener una configuración política propia como
Estado, y que reclamen la independencia en virtud de su sola voluntad, olvidándose
de las muchas relaciones históricas establecidas entre los pueblos y sometiendo
los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales personales, impuestos
de alguna manera a la fuerza. Yo entiendo perfectamente un derecho real y
originario de autodeterminación política en el caso, por ejemplo, de una
colonización o de una invasión que sea injusta, pero no el de una secesión.
¿Qué es lo que está pasando? Si una solo
idea es el principio absoluto de la acción política y es impuesta a toda costa
y por cualquier medio, se está pervirtiendo el orden moral y la vida social. Esto
es lo que puede pasar si se impone la voluntad de independencia de forma
totalitaria sin respetar el bien común. Lo que está pasando en algunas partes
de España es que ese nacionalismo pretende legitimarse presentándose como
defensor de una nación cautiva y anexionada a la fuerza por poderes extranjeros
de los que sería preciso liberarla. Por lo tanto, degenera en una ideología y
un proyecto político excluyente que pretende imponer por la fuerza sus propias
convicciones políticas pasando por encima de la libertad de los ciudadanos y
eliminando a los que tienen otras legítimas opciones políticas. El nacionalismo
totalitario ignora que todo proyecto político ha de ponerse al servicio de las
personas y no a la inversa.
Podemos encontrar otras opciones
políticas de tipo nacionalista que hacen de la defensa y del desarrollo de la
propia identidad el eje de sus actividades, y se ajustan a la norma moral y a
las exigencias del bien común. La opción nacionalista, como cualquier opción
política, para ser legítima debe estar ordenada al bien común de todos los
ciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta los derechos
de los demás y los valores nacidos de la convivencia. Y debe evitar varios
errores: como el de considerarse a sí misma como la única forma coherente de
proteger los propios valores; así como defender esos valores excluyendo y
menospreciando los de otras realidades culturales.
Vivimos en un país que es el fruto de
largos procesos históricos que no pueden ser ignorados ni distorsionados o
falsificados al servicio de intereses particulares. Poner en peligro la
convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España es
peligroso.
La Constitución es nuestro marco
jurídico, ineludible y de referencia para la convivencia entre todos los
españoles. Se trata de una norma modificable, por supuesto, pero todo cambio
constitucional debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico. Es
necesario tutelar y respetar el bien común de una sociedad multi-centenaria
como la española.
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