“De todas las ideas modernas engendradas por la riqueza, la peor de todas es la idea de que la vida hogareña es monótona y pacífica” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
No os ha pasado alguna vez que estábamos
haciendo algo y no había forma de hacerlo como pretendíamos, y cuando alguna
persona nos ha echado una mano casi sin darnos cuenta se nos ha escapado un: ¡gracias!
¡ha sido muy amable! Y nos ha nacido a continuación una sonrisa.
Seguro que nos habrá pasado, por eso
esta mañana he dedicado unos momentos para reflexionar y entender el verdadero
significado de esta actitud, que no es otra cosa que la amabilidad, que está al
parecer ser en desuso y bastante ausente en las actitudes que tenemos en nuestras
relaciones.
Si lo miramos bien la amabilidad es una
forma de expresar la caridad pues tiene que salir del amor que sentimos hacia
los demás. Entonces: ¿Cómo adquirir una actitud amable? ¿Cómo cultivarla? La
respuesta parece clara; amando. Es claro que la aspereza, el rencor y el
sarcasmo nos van a impedir ser amables.
Cualquier cosa que hagamos si la
envolvemos en amabilidad hace que la persona que la recibe lo disfrute más: no
solo por lo que hemos hecho sino por el envoltorio con que lo hemos hecho y que
lo enriquece. Si además somos amables con alguien que no lo merece le podemos
ablandar el corazón y mostrarle el camino para que se abra a los demás.
Si prestáis atención a esos momentos y a
las personas con las que sois amables notareis que hay un contagio, las
personas nos volvemos amables delante de la amabilidad, como si esas acciones llevaran
a otros actos también amables. Ya os habréis dado cuenta de que la amabilidad y
la cortesía van unidas puesto que la amabilidad es cortés. La cortesía lleva implícita
a la amabilidad ya que es una expresión educada de respeto hacia el otro tratándolo
con la misma deferencia con que nos gustaría que nos tratarán.
Es fácil confundirlas, una deriva del
amor y la otra del respeto.
Otra cosa curiosa que suele suceder con
la amabilidad es que a veces lo somos más con las personas que no conocemos y que
con las que seguramente no vamos a volver a coincidir que con nuestra propia
familia o amigos y, si esto es así, nos presenta un pequeño problema que deberíamos
intentar solucionar ya que es fácil que nuestra amabilidad con los de fuera
pueda ser simple afectación hipócrita.
En fin, voy a intentar ser amable y para
eso una solución es tener siempre a mano tres palabras fundamentales: por
favor, gracias y perdón.
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