“Cuando las cosas buenas suceden, nunca son las que se daban por garantizadas. Y cuando suceden cosas malas nunca son las que parecían inevitables” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Cuando estuve de viaje este verano pude
pasar algunas semanas observando un fenómeno que en el Mediterráneo no se suele
dar con tanta intensidad; las bajamares y pleamares.
Para mi durante esas semanas las mareas
se convirtieron en todo un misterio. No sabía entenderlas, me desbordaba el no
saber que playa iba a encontrarme, ¿Será buen momento para bajar a la playa?
¿Conviene aventurarse a dar un paseo hacia el extremo del estuario… o es una
imprudencia?
Tuve que dedicar algunas horas a
averiguar que las bajamares y pleamares tienen que ver con los niveles de las
mareas. Me entere que son cambios que ocurren de forma regular donde hay
grandes masas de agua. Desplazamientos que son causados principalmente por las
fuerzas gravitacionales del sol y sobre todo de la luna.
Al final, no tenía más remedio que
fiarme de los lugareños y consultar una aplicación que encontré. Basta con ser
un poco razonable para comprender que hay que pedir consejo a los que tienen
experiencia. Gentes que viven junto al mar y que saben bien los ritmos de las
mareas, y es que, a fin de cuentas, sientes que el mar es un “ser vivo”, y
conviene saber cómo actúa. Por eso, nada mejor que confiar en los que saben.
La cuestión que se me presentaba era la
de si confiaba en los horarios que me daban para bajar sin peligro a pasear por
la playa. ¿O no me creía que esos horarios se iban a cumplir?
No me quedaba más remedio que tener fe
en los que vivían allí. Y es que una tarde mientras esperaba la puesta de sol llegue
a la conclusión de que la fe es eso: confiar en los que saben. En los que han
experimentado antes que nosotros por lo que estamos pasando o lo que estamos viendo.
En los que tienen experiencia, que por haberlo vivido se conocen de primera
mano cómo son las cosas.
Todo lo que a mí me costó unas horas
aprender, los que vivían cerca de esas playas lo comprendían perfectamente, sabían
sus tiempos y sus momentos. Para los que veníamos de fuera, el mar era algo
igual, sin cambios. Sin embargo, para el que vive en esas costas, esos
retrocesos y avances son como un reloj, como un péndulo que va y viene.
La cuestión que me estaba dando vueltas
aquella tarde en la playa, era que si en realidad hubiera tenido confianza en
las personas que saben no hubiera tenido que andar intentando adivinar lo que
estaba haciendo el mar. No lo he vivido todo, y no lo puedo comprobar ni
averiguar todo, hay personas que nos pueden hablar de lo que han visto con sus
ojos, de lo que han contemplado y palpado con sus manos, y yo puedo avanzar más
rápido y seguro si creo en ellos.
Y esa es la cuestión, creer o tener fe
es simplemente aceptar algo como verdadero basándome en la autoridad de otro.
Sin embargo, no toda certeza es fe, cuando veo y comprendo claramente cómo funcionan las mareas ya no necesito creer lo que me dicen los lugareños. Cuando
veo y comprendo claramente algo no es un acto de fe. No creo que dos más dos
son cuatro porque es evidente, puedo comprenderlo y comprobarlo. Esto es
comprensión y no creencia.
Nunca he visto con mis propios ojos el
virus del covid-19, pero como creo en lo que la ciencia dice y confío en ella
es por lo que creo que el virus existe. Esto es un acto de fe: conocimientos
que acepto por la autoridad de otros en quien confío. Hay tantas cosas que no
comprendemos, y tan poco tiempo para comprobarlas personalmente, que la mayor
parte de nuestros conocimientos se basan en la fe. A este tipo de fe es la que
se le denomina fe humana.
Esto me lleva a decir que, si mi mente acepta
a Dios como una autoridad, pues Dios es la Verdad, debería aceptar sin
problemas todo lo que Él me dice, esa fe la podría llamar divina. Llegado a
este momento es cuando se me complica el tema, veamos las autoridades humanas
en un tema pueden equivocarse como sucedió con la enseñanza universal de que la
Tierra era plana. Pero Dios es la Verdad y no debo dudar de las verdades que
Dios ha revelado.
En
el ámbito cristiano la Fe no es simple conocimiento humano, sino que los católicos
lo consideramos una virtud teológica, un don divino.
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