“Es más sabio considerar no por qué una cosa no es gozosa sino por qué nosotros no gozamos con ella” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
La costumbre de madrugar te da además de
la ventaja de dormir menos la de tener más tiempo de intimidad y, si lo piensas,
la intimidad es un gran tesoro que no se encuentra en nuestros días muy
valorado.
Y es que, si analizamos un poco, lo más
importante que intercambiamos con nuestros seres queridos son nuestras cosas
más íntimas, nuestra intimidad es aquello que guardamos solo para las personas
que más nos importan.
Por eso, no resulta extraño que ante
tanto desamor como hay en nuestra sociedad la intimidad esté tan estropeada. Es
más, me parece entender por lo que veo en ciertos medios que está de moda
airear nuestra intimidad ante extraños.
¿Qué nos queda como algo nuestro si mostramos
todo a todos? ¿Qué nos queda si para no ser tachados de moralistas nos
despojamos de todos nuestros sentimientos?
Reflexionamos sobre nuestra vida para
poder ser protagonistas de ella y así no ser utilizados por las modas. Así debe
aumentar nuestro mundo interior, acudiendo a él en esos momentos de soledad y
silencio que nos deben de servir para tenerlo siempre presente.
Sin embargo, nuestra intimidad necesita
el apoyo exterior, necesita formarse en las conversaciones con nuestros amigos,
con la familia, recibiendo consejo, enriqueciéndonos con las confidencias que
son la base de la verdadera amistad. Nuestra intimidad necesita para crecer
apoyarse en la cultura, pues es la base para poder interpretar nuestra realidad
y todo lo que nos rodea, y nos permite despejar parte de ese misterio que
somos.
La paradoja de todo esto es que lo
importante es ofrecer esa intimidad a quien se ama, si lo pensáis veréis que a
mayor cercanía afectiva con una persona mayor cantidad de intimidad necesitamos
compartir, y en cambio nos cuidamos mucho de mostrarla a los extraños, a las
personas que no valoran la suya.
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