“He llegado a aceptar la antigua creencia de que la herejía es peor aún que el pecado. Un error es más amenazador que un crimen, porque un error engendra crímenes” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Está mañana unas preguntas sencillas;
¿Basta con arroparse en procedimientos legales para actuar democráticamente?
¿Se puede utilizar la democracia para llegar al poder y luego acabar con ella?
Pues no y si, no a la primera pregunta y
si a la segunda. Es fácil encontrar ahora mismo bastantes ejemplos de
dictaduras que han utilizado procedimientos democráticos para poder gobernar y
después le han dado la vuelta a muchas leyes para que pareciera legal lo que
era un claro fraude de ley. Eso lo sabemos todos, así como tenemos ejemplos de
que muchas de las dictaduras actuales presumen de procedimientos democráticos,
convocan elecciones y los ciudadanos votan, ahora bien, otra cosa son las
limitaciones en las opciones disponibles y el respeto a esos votos.
Lo sabemos todos y sin embargo el hombre
es capaz a no querer hacer caso a hechos que sabe perfectamente como van a
terminar, y olvidar lo que otros hombres han experimentado como si quisiéramos
experimentarlo en primera persona.
Por eso, no entiendo que se acepte sin
más el que se diga que se cumplirá la Constitución y que se respetará la legalidad
cuando hay suficientes hechos que nos indican que no nos podemos fiar. No digo
que nos vayan a engañar, lo que intento decir es que no nos dejemos engañar.
Todos sabemos, pues es de sentido común,
que los valores de la ley son más importantes que su formulación, por eso,
cuando veo que se fuerza el lenguaje o el razonamiento y se lleva la norma a
donde nunca pensaron los legisladores, me pongo en alerta, pues lo que va a
suceder es lo que se llama un fraude de ley. Solo una aclaración, fraude de
ley: “Actuación aparentemente lícita que en realidad persigue evitar la
aplicación de la norma establecida para la ocasión”. Me parece claro que estamos
estos días ante un fingimiento o engaño con apariencia de verdad.
Otra vez hay que echar mano del sentido
común y recordar que el “hábito no hace al monje” aunque nos pueda
parecer que su vestimenta se parece a un hábito hay que fijarse en sus palabras
y en sus obras para darse cuenta de que no son monjes.
Tenemos que poner a trabajar a nuestra
conciencia más que nunca, creer en esa capacidad personal de reconocer lo que
está bien y lo que está mal, y elegir el bien que encontremos, y que sea
nuestra única guía frente a esta serie de normas inconexas, oportunistas y,
muchas veces, maliciosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario