“Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis.
Primera
excursión del año y última con la Diverge sin portabultos, la hemos realizado
nada más empezar el 2022 para fijar rápidamente una costumbre, y que se convierta
enseguida en una acción habitual en este nuevo año.
Un
año más vamos a intentar mantener nuestras “sanas” costumbres y hacer todo
aquello que nos gusta, eso sí con las limitaciones que la edad y la experiencia
va añadiendo a nuestra rutina diaria. Hay algunos que se van produciendo sin
darnos cuenta.
No se
vosotros, pero yo en más de una ocasión he realizado el esfuerzo de escapar de
la realidad, aislarme y marcharme, aunque solo sea durante unos días, o marcharme
de viaje en busca del paraíso. He huido ya sea caminando o en bicicleta, buscando
por sendas y caminos hasta encontrar ese lugar que por fin he considerado como
maravilloso. He disfrutado de ese lugar donde no llegaba ningún tipo de
explotación humana, dónde todos mis deseos de tranquilidad y felicidad se
reunían como si hubiese alcanzado ese lugar donde pudiera estar toda la
eternidad.
He
disfrutado, es verdad, durante unas horas y, mientras todo era felicidad,
siempre o sea en todas las ocasiones, he sido alcanzado de mil maneras por las
incertidumbres o ha sucedido algo que me ha expulsado de ese paraíso. Ha
aparecido una excursión escolar, ha sonado un móvil o una canción de no se sabe
dónde o… La cuestión es que tantas veces se han disuelto esos momentos que he
abandonado ya ese ideal. He comprendido que ciertas huidas no me llevan a
ningún sitio.
No me
sirven las escapadas, ni los viajes maravillosos, ni las aventuras
impresionantes y, un día decidí no agobiarme más en esa búsqueda. Y ahora con
el paso del tiempo te das cuenta de que lo que sucedía era de que no sabía lo
que buscaba, no sabía lo que era bueno para mí, había vivido como en una nube,
con la cabeza puesta en unas ilusiones y unas esperanzas muy distintas a la
realidad en la que me encontraba, tan en otro lugar y en otro tiempo que mi día
a día parecía que no tenía sentido.
Cuando
llegas a esa conclusión te sientes indefenso ante cualquier inconveniente que
te pueda surgir, cansado, sin ganas de continuar buscando, y lo único que
quieres es desconectar y dormir, con la intención de al conectarte o que al
despertar estuvieses en otro mundo. Sin embargo, al no utilizar ningún medio
artificial para desconectar como algún tipo de drogas, siempre se mantiene
dentro de ti algo que se resiste a rendirse, algo que casi sin querer mantiene
encendida una duda, un recelo, una sospecha de que debe de existir otra cosa,
presientes de que además de hacer la vida normal, de divertirte en la forma que
más disfrutas, existe también otra cosa y esa otra cosa debe de poseer el poder
de transformarlo todo, de hacerlo todo bueno y maravilloso o verdadero, de
embellecerlo todo, la vejez, el dolor y el amor, incluso la alegría.
Y es
que es verdad, nada de lo que encuentras es suficiente. Incluso teniéndolo todo,
ese todo resulta que no basta, siempre aparece una carencia que supera a ese
todo, por muy insignificante que nos parezca en un principio termina por desearla
más que todo lo que posees.
De ahí
que la mejor solución, al menos la mejor solución que he encontrado es la de
bajar las expectativas y saber ver cada momento, hay que poder verlo y admitirlo,
acogerlo, entender lo que hay para dejarlo entrar y verlo con claridad. En realidad,
pensándolo bien no somos buenos acogedores sino más bien conseguidores. Más que
acoger lo que hay lo que hacemos es buscar, conseguir lo que aún no hay. Y no
es conveniente la posición de conseguidor, porque la vida se desarrolla siempre
en un momento concreto, lo que tenemos en ese momento debemos llegar a la
conclusión que no lo hemos conseguido como una recompensa ni al hacer algún
merito, sino que lo tenemos gratuitamente y se nos escapara enseguida, lo perdemos.
Lo que hay que pensar y admitir es que, en cada momento de la realidad, sea
cual sea, ya está todo.
Una
vez que sabemos esto, que lo hemos comprendido, que nos asombramos del ahora,
que nos asombramos de existir y ante lo que existe, y porque somos así,
intentaremos a pesar de todo huir, pero no huir de la realidad sino huir a la
realidad, a una realidad más real que la que creemos real y tenemos por real.
Nos
puede parecer confuso, incluso incomprensible, pero ese es el viaje que vale la
pena emprender, un viaje a “la realidad más real” una realidad que es un don y
estos días en los que tanto nos gusta planificar y repasar lo planificado son
perfectos para cuestionarnos nuestras retiradas, nuestros viajes hacia la
felicidad.
Buenos
días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario