“Puedo creer lo imposible pero no lo improbable” G. K. Chesterton.
El fin
de semana pasado vi una noticia que concluía que la desigualdad social en
España se había hecho más grande. https://www.caritas.es/noticias/foessa-presenta-la-primera-radiografia-social-completa-de-la-crisis-de-la-covid-19-en-toda-espana/
Una
noticia sencilla, discreta, de esas que las tienes que leer con atención, pues
no habla ni de la pandemia, ni de la crisis en Ucrania, ni siquiera de las
macro granjas, ni de las fiestas de Boris Johnson, pero que por desgracia está
afectando cada día a más gente.
Lo
que más curioso me resulta es que este ya era un tema muy importante en el
siglo XIX, y por supuesto, lo fue durante todo el siglo pasado, a menos lo fue
para algunos políticos, para sindicatos y para muchas personas de la Iglesia. Y
es que detrás de todo esto no solo se encuentra el tema de la lucha de clases,
de la injusticia social y de cómo se quiera ver todo esto, se encuentra la
cohesión de una sociedad que se divide más entre pobres y ricos, se encuentra
la posibilidad real de acabar viviendo con bastante precariedad o creando el
caldo de cultivo perfecto para nacionalismos y populismos locos por encontrar
un salvador y por lo tanto un culpable a quien señalar.
Ya no
nos damos cuenta de que hay gente que tiene muchas menos oportunidades que
otras por haber nacido en un barrio o en una ciudad determinada. Y nuestra
sociedad con toda su complejidad en lugar de remediarlo va reduciendo las
oportunidades de los que tienen menos y favorece a los que más suerte tuvieron.
Lo vemos en países menos desarrollados y nos llevamos las manos a la cabeza,
pero que aquí ya no nos duele tanto.
Y es
que por encima de la tragedia de la desigualdad hemos puesto otras causas que
si bien son loables e importantes por buenismo, ignorancia o malicia. Problemas
serios, es verdad, pero que no nos dejan ver más allá y que tienen demasiadas
dosis de ideología, demasiados intereses políticos y que son alentados por los
medios de comunicación de un signo y de otro. Y aquí nos encontramos con otro
de los problemas, que se nos olvida y entonces vemos aparecer el resentimiento
de las personas olvidadas, y eso hace que además de una injusticia tengamos al
lado de casa una desgracia.
Algunas
personas no lo quieren ver porque viven bien. Otros lo ven solo cuando les
interesa. Bastantes lo ven, pero quieren seguir viviendo bien. Muchos lo
podrían ver, pero ya no les interesa. Y demasiados lo sufren, lo ven y nadie
les da la palabra... Y así entre despistes y cortinas de humo, nos olvidamos de
un problema social que se desarrolla en el silencio de muchos barrios y pueblos
olvidados y provocará desencanto, dividirá la sociedad aún más y generará otros
tantos problemas. No obstante, ya está aquí, de momento ya lo sufre al que le
cuesta pagar la luz, al joven que tiene que cambiar de ciudad para poder
trabajar o al matrimonio con hijos que vivirá siempre de alquiler.
En
fin, una enfermedad que de momento no se le pone cura.
Buenos
días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario