martes, 25 de enero de 2022

Desigualdad social.

 “Puedo creer lo imposible pero no lo improbable” G. K. Chesterton. 

El fin de semana pasado vi una noticia que concluía que la desigualdad social en España se había hecho más grande. https://www.caritas.es/noticias/foessa-presenta-la-primera-radiografia-social-completa-de-la-crisis-de-la-covid-19-en-toda-espana/

Una noticia sencilla, discreta, de esas que las tienes que leer con atención, pues no habla ni de la pandemia, ni de la crisis en Ucrania, ni siquiera de las macro granjas, ni de las fiestas de Boris Johnson, pero que por desgracia está afectando cada día a más gente.

Lo que más curioso me resulta es que este ya era un tema muy importante en el siglo XIX, y por supuesto, lo fue durante todo el siglo pasado, a menos lo fue para algunos políticos, para sindicatos y para muchas personas de la Iglesia. Y es que detrás de todo esto no solo se encuentra el tema de la lucha de clases, de la injusticia social y de cómo se quiera ver todo esto, se encuentra la cohesión de una sociedad que se divide más entre pobres y ricos, se encuentra la posibilidad real de acabar viviendo con bastante precariedad o creando el caldo de cultivo perfecto para nacionalismos y populismos locos por encontrar un salvador y por lo tanto un culpable a quien señalar.

Ya no nos damos cuenta de que hay gente que tiene muchas menos oportunidades que otras por haber nacido en un barrio o en una ciudad determinada. Y nuestra sociedad con toda su complejidad en lugar de remediarlo va reduciendo las oportunidades de los que tienen menos y favorece a los que más suerte tuvieron. Lo vemos en países menos desarrollados y nos llevamos las manos a la cabeza, pero que aquí ya no nos duele tanto.

Y es que por encima de la tragedia de la desigualdad hemos puesto otras causas que si bien son loables e importantes por buenismo, ignorancia o malicia. Problemas serios, es verdad, pero que no nos dejan ver más allá y que tienen demasiadas dosis de ideología, demasiados intereses políticos y que son alentados por los medios de comunicación de un signo y de otro. Y aquí nos encontramos con otro de los problemas, que se nos olvida y entonces vemos aparecer el resentimiento de las personas olvidadas, y eso hace que además de una injusticia tengamos al lado de casa una desgracia.

Algunas personas no lo quieren ver porque viven bien. Otros lo ven solo cuando les interesa. Bastantes lo ven, pero quieren seguir viviendo bien. Muchos lo podrían ver, pero ya no les interesa. Y demasiados lo sufren, lo ven y nadie les da la palabra... Y así entre despistes y cortinas de humo, nos olvidamos de un problema social que se desarrolla en el silencio de muchos barrios y pueblos olvidados y provocará desencanto, dividirá la sociedad aún más y generará otros tantos problemas. No obstante, ya está aquí, de momento ya lo sufre al que le cuesta pagar la luz, al joven que tiene que cambiar de ciudad para poder trabajar o al matrimonio con hijos que vivirá siempre de alquiler.

En fin, una enfermedad que de momento no se le pone cura.

Buenos días.

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