“El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton
Utilizo
la bicicleta como medio de transporte habitual en todos mis desplazamientos a
menos de 20 kilómetros de mi casa, ya sé que realizar 20 kilómetros de ida y 20
de vuelta para tomarse un café con un amigo se debe de tener tiempo, pero
resulta que desde hace prácticamente un año lo tengo.
Cada
etapa de la vida tiene su tiempo. La cuestión es aprovecharlo, ocupándose de lo
realmente importante. El tiempo se aprovecha si lo utilizamos en hacer algo que
alguien más disfrute de ello y, me atrevería a decir que, incluso cuando no nos
apetezca. La cuestión estriba en que si tenemos tiempo, y nos sobra no hay que despilfárralo
sino regalarlo.
Y más
en estos días de invierno en que el día es tan corto, aunque tengo que decir
que ya empiezo a notar como los días se empiezan a alargar, y ya se nota como
poco a poco aparece antes la luz cada mañana, y que le resulta cada vez más decirnos
adiós al atardecer, tiene algo este tramo del año que nos hace inevitablemente
nostálgicos, siempre huyendo del frío.
Entre
los días cortos y las noches largas, y el ambiente siempre frío puede parecer una
temporada difícil pues el frío de fuera parece que nos llena por dentro, y nos
deja bloqueados. Efectivamente, el paisaje invernal da esa sensación de tristeza
que puede sumirnos en una cierta soledad que nos aísla, como si no hubiera otro
problema que el frío que pasamos y el sol que nos falta.
No
obstante, es solo una apariencia. Tal vez muchas veces no nos damos cuenta, pero
podemos decir que, sin embargo, en el invierno la vida también se desarrolla y
nuestros planes no sé detienen. No tiene tal vez la apariencia vistosa y
colorida de otras estaciones del año, pero hace su papel y se puede seguir
preparando la próxima aventura, calladamente con el ordenador, viendo y leyendo
libros para que luego podamos mejorar nuestros planes.
Ante
la pregunta: ¿sirve para algo el invierno? Sólo podemos dar esta respuesta: que
nuestra vida y nuestros proyectos tienen momentos de invierno que no son
inútiles, ni sin sentido, sino que encierran un profundo significado. Hay que
saber vivirlos con la sencillez y sabiduría de quien también aquí se atreve a continuar
manteniendo vivas todas sus ilusiones. Porque, como suele decirse, no es el
momento de la flor ni del fruto, sino el tiempo de la raíz. Y las raíces no
trabajan de cara al público, sino en el interior, el que está en el fondo de
nosotros, para que luego se pueda presentar y mostrar lo que sin ruido se ha
ido preparando.
Las
grandes cosas comienzan en nuestro interior, nos esperan y hay que ir a
buscarlas en las raíces. Ahora estamos preparando lo que vera la luz en la
primavera. Hemos sembrado, poniendo nuestro proyecto en la tierra, lo hemos
cubierto con ella y lo hemos regado y abonado, y ahora esperamos que empiece a
brotar y se ponga en marcha con la primavera.
Es
tiempo de invierno, tiempo de raíces, para crecer interiormente e ir poniendo
así los escalones por donde subirán a la superficie, desde donde comenzarán su
camino. Tiempo de preparar la bicicleta, de repasar el material, de mirar mapas,
de medir nuestras posibilidades. No tenemos otra opción mejor. Ni hay otra
forma de ver mejor todo el conjunto de nuestro proyecto.
Así
que gracias al invierno que así me muestra algo más bello y grande que estar
mirando el termómetro y escondiéndome del frío.
Buenos
días.
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