“El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton
Me he
dado cuenta de que después de dos años dándole vueltas al viaje en bicicleta al
Nordkapp, cada vez que lo repaso le encuentro algo que no me convence y que me
gustaría cambiar, ya sean los posibles países por los que cruzar, ruta que ya
he cambiado en tres ocasiones, o por el material de acampada donde ya he
cambiado el saco de dormir y la estirilla, y como no la bicicleta, menos mal
que la fecha no puedo cambiarla mucho.
No
hay duda, las personas estamos hechos de deseos. Es verdad que porque también
lo somos de carencias. Siempre cambiaríamos algo, continuamente echamos en falta
algo: mejor ropa para lluvia o el frío, un hornillo más eficiente y económico,
un buen navegador GPS para no utilizar los mapas de papel, un panel solar, en fin,
muchas cosas. Y es que pienso que no hay persona que no desee algo y, sobre
todo, que no anhele, de una forma u otra, lo que es bueno para él. O al menos
lo que él considera bueno.
Todos
esos deseos no son otra cosa que una forma de que el viaje sea mejor, cualquier
cambio que se me ocurra en la organización y ejecución del viaje siempre está
encaminado a hacerlo más agradable.
Ya se
que algunos cambios no saldrán bien, sin embargo, el motivo de haberlo
realizado no es para que saliese mal, sino la pretensión de encontrar una
mejora. El que abusa del vino, no pretende hacerse alcohólico, lo que pretende
es alcanzar un momento de satisfacción.
Me
parece que lo dicho alguna vez, nunca conseguimos una felicidad completa. Como
tantas veces, una vez que hemos conseguido esas mejoras en la preparación de
nuestro viaje o en cualquier otro objetivo en nuestra vida, lo conseguido no
dura nada y además sentimos que es poco. Por eso, continuamos buscando siempre
algo mejor. Lo bueno siempre nos sabe a poco. Somos insaciables.
Y por
lo tanto siempre estamos, podría decir, insatisfechos. En lugar de agradecer lo
que tengo, ya me refiera a todo el material para viajar con la bicicleta o en otros
aspectos de la vida, me paso el tiempo lamentando lo que no tengo.
El
deseo es algo propio de todos nosotros. En la mayor parte de las personas ese
deseo es limpio y honrado. Todos deseamos, y con razón, tener buena salud,
buenos amigos y tener una buena vida. El estar siempre buscando algo mejor, el no
estar satisfecho con lo que tenemos, son características que nos alejan de los
animales. En los animales, el deseo de alimento, de compañía, de protección, se
olvida tan pronto como ha sido satisfecho. No nos ocurre así a nosotros.
Cada
uno de nosotros somos pequeños, insignificantes, un grano de arena, pero con
unos deseos tan grandes que el mundo que nos rodea nunca logra saciar.
En
fin, mucho nos queda por avanzar en este camino de deseos, lo haremos sin duda,
pero ya sera en otra ocasión.
Buenos
días.
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