miércoles, 26 de enero de 2022

Ya nada volverá a ser lo mismo.

 “Puedo creer lo imposible pero no lo improbable” G. K. Chesterton.

No se a vosotros, pero me he dado cuenta de que existen momentos en los que ver de repente las cosas claras nos puede llevar al desconcierto, a sentirnos descolocados y fuera de lugar. Ocurre, bastantes veces, que no resulta fácil ver las cosas claras cuando nos encontramos dentro de un ambiente turbio, cuando todo lo vemos mezclado con pequeñas luces que nos deslumbran y no nos dejan ver todo el conjunto, como en una discoteca, muchas luces muchos colores, pero mucha oscuridad.  

El problema de ver, en un momento dado, claramente todo lo que sucede a nuestro alrededor, el problema de que en un ambiente turbio o con una visión reducida se encienda de repente una fuerte luz que nos muestre todo lo que nos rodea sin ningún filtro, el problema de que cuando nos quitamos las gafas y vemos que la pared es blanca y no del color de nuestros cristales, el problema es que ya nada volverá a ser lo mismo.

En cuanto los ojos se acostumbran a esa luz clara, a ver sin cristales de colores, uno se da cuenta con horror de que no se trataba del lugar confortable, acogedor y bien dispuesto que pensaba. En realidad, los muebles están rotos y llenos de polvo, con restos podridos de comida, hay grietas y telarañas en las paredes, el techo está cubierto de moho y puñados de cucarachas se arrastran por los rincones.

 Antes podíamos engañarnos y, como es normal, así lo hacíamos, pero una vez que la luz se ha encendido, que nos muestra nuestro verdadero entorno, ya no es posible el engaño y nos vemos obligados a contemplar, horrorizados, cómo son las cosas en realidad y como somos realmente.

Estamos muy centrados en buscar y defender nuestra Libertad para utilizar el color del cristal que más nos convenga, y sin embargo utilizamos pocas energías en ver y saber la Verdad.  

Pero claro, el primer problema que se nos plantea y que planteamos para no dedicar mucho tiempo a pensar es cuestionar si esta Verdad existe. Hay personas que defienden que la libertad ilimitada es necesaria para alcanzar la plena felicidad. O sea, que la persona no debe aceptar ninguna regla que le venga impuesta desde fuera, sino que sea ella misma quien decida libre y autónomamente lo que considere verdadero, justo y por lo tanto válido.

Entonces, para esas personas, si no existe una Verdad que sea objetiva, si resulta que el bien y el mal son intercambiables, si no podemos conseguir la Verdad o ésta está totalmente determinada por uno mismo, resulta que cada uno de nosotros es su máxima autoridad y nos encontramos con que no existen reglas generales que sean universalmente válidas, por lo que es muy fácil, al no existir un orden moral que sea objetivo, caer en los errores más absurdos. Lo bueno o lo malo, lo justo o lo injusto, quién puede vivir o a quién se pueda dar muerte porque es un ser humano de categoría inferior, depende de mí y haré lo que quiera, porque soy yo quien lo decide. Resumiendo, haré lo que me parezca más conveniente, aunque ello me lleve a aplicar la ley del más fuerte y si tengo que fastidiar a los demás que se fastidien. Cuando uno no tiene principios las consecuencias para la convivencia son desastrosas.

Debemos conocer realmente como son las cosas, porque si no sabemos cómo son, nuestra relación con los demás estará falseada. Nuestra relación con los demás si queremos que sea verdadera tiene que ser veraz y darles lo que es debido si queremos que sea además honrada.

No se trata de ir diciendo de qué color es el cristal de las gafas que uso, se trata de que me digas, de verdad, de qué color es la pared y, después, si lo creo conveniente me comprare unas gafas de algún color o vere la pared del color real. Se trata de que me enseñes la Verdad, no tú verdad.  

Ahora, no me queda más remedio que dejar algo muy claro, para evitar confusiones: Todas las verdades son absolutas, en el sentido de que no significa nada hablar de verdades relativas. Decir que una verdad es relativa es como decir que una bicicleta es relativa o que un río es relativo. No está muy claro qué se quiere decir con algo así, si es que realmente se está diciendo algo. Si mi bicicleta realmente tiene dos ruedas, es verdad que mi bicicleta tiene dos ruedas. Esa verdad sobre mi bicicleta no es relativa a nada. Simplemente es.

Sin embargo, lo que sí es básicamente relativo es una opinión, es decir lo que yo opino sobre algo. Una opinión es siempre la opinión de alguien, de lo contrario deja de ser una opinión. No existe mi verdad ni tu verdad, pero si mi opinión y tu opinión.

Y claro, una opinión se basa en dos cosas principalmente, que su contenido sea objetivo ya sea verdadero o falso, y la certeza que me merece dicha opinión.

Bueno, ya me he liado, con el tema de las opiniones, voy a dejarlo por hoy y ya mañana intentare avanzar un poco más por este camino.

Buenos días.

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