“Dicen
que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K.
Chesterton).
Cuarto día de pedaleo por lugares y carreteras que
me son muy conocidas por haberlas utilizado para ir a correr. Sobretodo a Mora
de Rubielos y su media maratón que tantas veces he corrido así como la carrera
de Alcalá de la Selva, por eso no ha existido sorpresa ante las largas subidas,
en cambio si que me ha sorprendido el frio que pasado durante la noche en el
camping de la Virgen de la Vega.
Al
ser una etapa corta, pues no me fiaba del puerto de San Rafael con las alforjas,
y menos mal, pues no se ve ni se siente lo mismo con el coche que con la
bicicleta.
Hoy
mientras recorría estas conocidas carreteras me surgió un pensamiento que ya
llevaba rondándome varios días pero al que no preste la suficiente atención al
estar pendiente de los nuevos parajes por los que transitaba, y que no es otro
que; hasta que punto es un asceta un ciclo-viajero.
Estoy
casi seguro de que una mayoría de ciclo-turistas lo somos, pues viajamos y en
cierta manera vivimos voluntariamente de una forma austera. Hay también otros que
lo son puesto que renuncian a lo mundano y se imponen unas exigencias
corporales con el propósito de buscar algún tipo de mejora en su vida ya sea
corporal o espiritual.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre el asceta que, al renunciar a un placer, abandona algo que no considera deseable; y el asceta verdadero, según mi parecer, que, al renunciar a ese placer, deja algo que considera bastante deseable, sin duda.
¿Se
ve la diferencia?, no es lo mismo que prepare la bicicleta y me marche de viaje
en busca de un amor a la vida y unos placeres que no encuentro en mi vida
normal; que prepare las alforjas y me marche de viaje porque es tan evidente
que estoy disfrutando de la vida que necesito reprimirla y ponerle un poco de
control.
En
fin, sea como sea, vamos acumulando vivencias.
Buenos
tardes.
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